De 'La planchadora' a 'El beso': un viaje por las tonalidades del genio
"A un Picasso le quitas el color y no lo matas. A un Matisse, sí". Con sentencias de este tipo Carmen Giménez justifica la razón de ser de Picasso. Blanco y Negro, que se instala en el Guggenheim de Nueva York del 5 de octubre de 2012 al 23 de enero de 2013, "tres meses porque no te dejan los cuadros por más tiempo", comenta su comisaria. Giménez podría dedicar horas enteras a glosar la importancia de estas tonalidades en la producción del malagueño. Sobre todo porque su utilización no se limitó a una etapa concreta. "Nunca ha tenido Picasso un periodo blanco y negro. Surge en muchas etapas de su vida", recalca.
La exposición -formada mayoritariamente por cuadros, pero también por dibujos y esculturas- está diseñada de forma cronológica. Comienza en 1904 con una obra maestra del periodo azul, La planchadora, y termina en 1969 con El beso, procedente del Picasso de París.
Del regreso del malagueño al "orden del clasicismo" figura para esta muestra un cuadro, prestado por Bernard Ruiz Picasso "y que estuvo ya en Málaga", subraya la experta. Se trata de Hombre con pipa. "Además de otro, una mujer sentada, que también expuse en Málaga y que procede de una colección privada española", detalla.
La entrada del pintor en las maneras del surrealismo tiene aquí algunos claros ejemplos. "Entra en las líneas curvas. Hace dibujos en el espacio pero en vez de en papel, en óleos sobre tela. Aquí el blanco y negro es fundamental", comenta la comisaria. El cuadro, El taller de la modista es un préstamo del Pompidou. En este magno recorrido por las grisallas de Picasso no pueden faltar "cuadros históricos ", califica Giménez, como los homenajes a Velázquez, Delacroix y Poussin en Las meninas, Las mujeres de Argel y El rapto de las sabinas, respectivamente.
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