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Cultura

Una postal hacia Salitre

Lugar: Hotel Sallés Málaga Centro. Fecha: Domingo 3 de agosto. Formación: Quique González, (guitarras, armónicas y voz). Aforo: Unas cien personas. Lleno. Concierto del ciclo Live the roof.

Noche de pieles erizadas. De miradas cómplices y manos que se buscaban. De besos pasionales y abrazos eternos. De caricias que bajaban por las blusas sobre las que escriben canciones. De recuerdos de lo que ha sido, es o fue. De personas que están, de las que ya no están y las que no están sin irse. O de comprender que ya se acabó. O no. Quien sabe. Lo que sí se sabe es que en esta la banda sonora la proponía, en directo, Quique González. El artífice de que se crease una atmósfera que ponía todo en bandeja. Y de que surgiera una bonita historia que contar en una postal con destino de ida y vuelta a Madrid.

Las primeras líneas de la historia las anotó su protagonista. Llegó el cantautor madrileño a la terraza del hotel Málaga Centro dentro del ciclo Live the roof apenas armado con una guitarra y una armónica. No necesita más para trasladar al público a un Madrid bañado en salitre, para hacerles saborear la sal de la playa Bolonia o Conil de la Frontera. Para descubrir a sus compañeros de noche rincones en las madrugadas de las oscuras Nashville o Austin. Para contar a su audiencia cómo es amanecer solo en camas deshechas o cuentos sobre jefes que leen libros de autoestima y regalan cajas vacías de Jack Daniels. Le bastaron al músico unas canciones para que la narración fluyese y el público se rindiera a sus pies, si no estaba ya rendido de antemano.

Ni siquiera el mes de agosto acaba con la necesidad de madrugar los lunes, pero Quique González estuvo espléndido y generoso y se alargó hasta la madrugada en sus dos horas y media de concierto. Parecía no querer irse mientras continuaban las peticiones populares y su respuesta en forma de canción. Porque degustaron los asistentes sus temas preferidos: bastaba gritar el nombre del tema que se quisiera escuchar y Quique González lo interpretaba. Una rockola en versión personal e intransferible en la que sonaron temas de su ya amplia discografía, algún inédito y guiños a clásicos como Bob Dylan, Andrés Calamaro y, por supuesto, Enrique Urquijo.

Acaban las líneas de la postal con el recuerdo de lo que fue y lo que será. De lo que fue un concierto único, que subrayó lo que ganan algunos músicos en la cercanía. Y de lo que será si Quique González sigue sacando discos y las terrazas de hoteles acogiendo conciertos. El mensaje llega al buzón esta vez con todas las huellas sin borrar. Esperando que llegue a Salitre y que el músico madrileño se la encuentre de casualidad cuando salga a buscarse, se acuerde de aquella bonita noche de verano, lea el remite y vuelva a Málaga. Quizás para contar nuevas historias que ericen pieles, generen caricias y miradas cómplices.

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