Quevedo brinda las 'Buenas Noches' a Málaga en una cita cargada por su esencia
"Málaga, tenía muchas ganas de volver, ahora, con el show nuevo, con el 'Buenas Noches Tour'", dijo el artista
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El Martín Carpena latía anoche al son del canario más escuchado del momento. Con todas las entradas vendidas desde hace meses, miles de voces se unieron alrededor de un escenario colocado en el centro de la pista, que convertía el concierto de Pedro Luis Domínguez Quevedo en una experiencia de 360 grados. No había un frente ni un fondo, solo un rectángulo perfecto donde el artista iba de un lado a otro para corresponder a cada sector, a cada mirada expectante, a cada mano levantada. Fue el primero de su doblete en Málaga, y desde el inicio quedó claro que la ciudad le esperaba con la misma intensidad que el calor del final del verano.
El Buenas Noches Tour arrancó con una intro mientras el artista se abría paso por un pasillo hacia el escenario. Kassandra fue la encargada de romper el hielo en un inicio que arrancó el rugido del pabellón. El público, joven en su mayoría, ya estaba de pie antes de que sonara el primer estribillo. Duro y Chapiadora.com consolidaron esa dosis de energía inicial: cuerpos que se movían al son de los ritmos, móviles que grababan y todas las voces que acomapañaban al canario en cada palabra. El Carpena, acostumbrado a los triunfos deportivos, se convirtió en una conquista musical.
Con 14 Febreros, la atmósfera cambió: un respiro melódico en el que los fans suspiraban y cantaban con fuerza –y alguno con despecho–, sin perder la esencia del artista canario, que conectaba con todos sus seguidores a través de gestos y miradas. En Los días contados, colaboración con Rels B, volvió a animar el ambiente. Málaga lo abrazaba, y él devolvía ese cariño con gestos sencillos. Vestido totalmente de y acompañado por ocho bailarines, el joven de 23 años solo acababa de empezar su esperado espectáculo.
El bloque central del concierto fue una montaña rusa. Amaneció y Por atrás pusieron a bailar a la pista, mientras Halo y Piel de cordero llevaron a todos los asistentes a un terreno más íntimo, sacando su lado más sentimental. Sin embargo, Ahora y siempre fue coreada como un mantra, un pacto entre el cantante y su público en el que se prometían amor eterno. Y es que la química era palpable: cada vez que Quevedo giraba hacia un sector del pabellón, recibía gritos de auforia y corazones hechos con las manos.
Y entonces llegó la cadena de himnos, algunos de los temas más conocidos. Sin señal, Playa del Inglés y Wanda elevaron la emoción del público del Carpena rozando niveles de euforia. La dopamina estaba por las nubes. El suelo de la pista parecía vibrar con los saltos sincronizados de miles de personas que no paraban de corear junto al artista. Con Vista al mar y Punto G, el pabellón estalló: el estribillo retumbaba en cada esquina. Era un fenómeno colectivo bien manejado por el maestro de ceremonias. También hubo tiempo para sus últinas colaboraciones: Yo y tú y Soleao avivaron los últimos días del verano.
Pero si algo sabe hacer Quevedo es jugar con la intensidad, subir y bajarla a su antojo y seguido por todo su público. Canciones como Que asco de todo o Noemú mostraron de nuevo el lado más íntimo de su repertorio. Y en Guayar con cualquiera o Shibatto, el ritmo urbano volvió a imponer su dominio, poniendo a prueba la resistencia de unos asistentes incansables. Luego llegó la sorpresa de la noche: Delaossa apareció sobre el escenario para cantar Still Luvin, tema que comparten.
El tramo final fue un regalo tras otro, provocando caras de sorpresa por ser canciones tan sonadas. Gran Vía, Iguales y, sobre todo, Columbia —con ese magnetismo especial que se ha convertido en bandera de su carrera— fueron la cima emocional de la noche. El público, exhausto y feliz, agotaba lo poco que le quedaba de voz. El cierre, cómo no, tenía que ser el clímax perfecto. No podía ser otra que Quédate. Un Carpena entero convertido en coro, con miles de gargantas unidas en una sola voz, abrazos grupales, saltos, miradas cómplices.
Un concierto que empezó con puntualidad y que duró dos horas de fiesta, sin parar, en el que el canario animó a su público a dejarse llevar por la música y a vivir la fiesta con energía. Un público que, fiel a él, lucía en muchas ocasiones la camiseta amarilla del equipo de Unión Deportiva Las Palmas, lo que le hizo sentir que "estaba en casa" en su única parada por Andalucía en su gira. Quevedo había escrito en Málaga otra página de su éxito mundial. Quevedo ha llegado a la ciudad para regalarle no unas "buenas noches", sino las mejores noches que le puede dar.
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