Cultura

El regreso de los tiros a Malaka

  • El Complejo Jerusalén estrena una colección de arte fenicio

Una de las salas del Complejo Jerusalén.

Una de las salas del Complejo Jerusalén. / Javier Albiñana

Se llamaba Ayin y era hijo de Hadad y Asherá. Corría el 332 a.C. en Tiro, la gran ciudad Fenicia del Mediterráneo Occidental (actual Líbano) cuando Alejandro Magno tocó a sus puertas para comenzar uno de los hechos de armas más conocido de la Antigüedad. Tras siete meses de asedio, el pueblo embarcó junto a las figuras que durante años veneraron, unas piezas de terracota en las que se hacían representar y depositaban en los templos para adorar al dios Melkart. Rumbo a sus colonias más lejanas. Malaka. Pero antes, el destino los cruzó con una tormenta que los condenó a quedar hasta 1958 bajo el agua. Hasta hoy. El sueño de Vicente Jiménez Ifergan se ha cumplido. Su amplio legado arqueológico, conservado durante años de forma discreta en Rincón de la Victoria, es un poco más de Málaga desde ayer. Parte de su colección, una de las más importantes de Europa, luce desde ayer en el Complejo Jerusalén (en la calle Sebastián Souvirón junto a Atarazanas), un nuevo espacio expositivo que ofrece sentir las civilizaciones que han poblado el Mediterráneo a lo largo de la historia con los cinco sentidos.

La Sala Malaka es sólo una parte de ella, “un trozo de Tierra Santa”. Donde Málaga se reencuentra con sus orígenes, con Ayin y los fenicios de Tiro. Pero, en sus paredes hay también piezas que hablan de Mesopotamia, Canaán, Egipto, Roma, Persia o Bizancio. Leyendas, historias y maldiciones. Como la de la cabeza femenina de la momia de la XVIII dinastía, una de las piezas más excepcionales del museo, en palabras de su coleccionista. Los antiguos egipcios creían que la verdadera vida comenzaba tras la muerte. Con las puertas del Complejo Jerusalen abiertas, como poco, la que fuera Malaka toma un nuevo pulso de vida (cultural).

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