La réplica de la Lex Flavia, sin fondos

La Asociación Zegrí detiene el proyecto de colocar una copia de las citadas tablas frente al Teatro Romano

Efe / Málaga

13 de octubre 2009 - 05:00

El proyecto para instalar frente al Teatro Romano de Málaga una réplica exacta de la Lex Flavia Malacitana, la normativa romana promulgada en torno al año 81 después de Cristo y cuya tabla original fue descubierta en 1851, se encuentra paralizado por falta de fondos en la suscripción popular abierta con ese fin.

La iniciativa, impulsada por la asociación cultural Zegrí, fue presentada inicialmente en octubre de 2005, con el objetivo de que se hiciera realidad en un plazo de un año, pero al no cubrirse el presupuesto de 90.000 euros se ha retrasado, según informó el presidente de este colectivo, Salvador Jiménez. La suscripción estaba abierta a aportaciones tanto de instituciones públicas como de particulares y ya se habían recibido algunas cantidades, que han sido devueltas al haber quedado paralizado el proyecto, según Jiménez.

La inscripción original de la Lex Flavia Malacitana, depositada en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid, es una plancha de bronce de siete milímetros de espesor, 1,20 por 0,87 metros y casi noventa kilos de peso, con cinco columnas de texto latino.

Esta tabla, que contiene los artículos 51 a 69 de la legislación, se realizó en la época de Domiciano, citado en el texto como aún vivo, aunque todavía no divinizado ni con los títulos de Cónsul ni de Germánico, lo que sitúa la promulgación de la ley en los últimos tres meses y medio del año 81.

La inscripción material se produjo antes del año 96, ya que a la muerte de Domiciano se ordenó la tachadura de su nombre en toda inscripción pública, algo que se cumplió en la Lex Flavia Malacitana.

En octubre de 1851, dos obreros que extraían arcilla en la zona de El Ejido de la capital malagueña para utilizarla como materia prima en manufacturas de barro se vieron sorprendidos por un sonido metálico al golpear con sus picos. Desenterraron la tabla, protegida por quien la ocultó allí con un lienzo y una trinchera con ladrillos para aislarla de la humedad e, ignorando su valor, la vendieron a un velonero que pretendía fundirla para fabricar nuevas piezas. Al conocer este hecho, el matrimonio Loring adquirió la pieza y la expuso en el Museo Loringiano del jardín botánico de La Concepción, todavía existente, hasta que se trasladó al Museo Arqueológico Nacional por deseo de Amalia Heredia Livermoore, esposa de Jorge Loring, que temía que sus herederos no le diesen un uso apropiado.

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