"Si hubiera sabido quién era AC/DC no meto el 'Back in Black' por tangos"

TOMASITO. músico

Tras presentar su 'Ciudadano Gitano', un recopilatorio del "potaje que tengo en lo alto" pensado para dar al público "gloria bendita", el artista regresará en noviembre a La Cochera Cabaret

Tomasito durante su actuación en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona dentro de Flamenco On Fire.
Tomasito durante su actuación en el balcón del Ayuntamiento de Pamplona dentro de Flamenco On Fire. / Villar López/ Efe
Sara Arguijo

07 de septiembre 2017 - 09:08

Habla a la velocidad del rayo, dejando las frases a medias, usando respuestas retóricas con las que inteligentemente se quita el muerto de encima y poniendo el punto en un entrecortado comentario final en el que apunta su verdadera opinión de las cosas. De esta forma, Tomasito sostiene su fachada de personaje excéntrico y evita tener que complicarse la vida. Justo lo que pretende en su vida y lo que desprende en sus canciones.

Con esta personalidad arrolladora ha conquistado a iconos de todas las músicas desde Lola Flores a Liam Gallagher, Miguel Bosé o Wynton Marsalis. Y arrasa igual en un festival indie que en uno flamenco, como lo hizo hace unos días en el On Fire de Pamplona, donde desató la euforia con su Ciudadano gitano, una antología del Tomasismo en estado puro, con sobrecarga de compás, buen rollo y energía. El próximo 11 de noviembre volverá a actuar en la malagueña Cochera Cabaret.

-Vuelve con Ciudadano Gitano, un recopilatorio de grandes éxitos, ¿cómo resumiría el Tomasismo?

-Fue una idea de la discográfica porque desde el 93 tengo tres o cuatro discos descatalogados, con lo que también ha sido una forma de recuperarlos. Además, el que no me conocía podrá ver de dónde vengo. El Tomasismo es una evolución. Puedes tener un éxito con 18 años pero luego lo tienes que superar y seguir. En mi caso ha sido fundamental toda la gente con la que me he rodeado: Los Delinqüentes, el F5, La Pandilla Voladora, Chano Domínguez, Tino di Geraldo, Carles Benavent, Miguel Campello… Es un resumen del mundo musical en el que me muevo de jazz, de indie y, por supuesto del flamenco, que es en lo que me he criado. No sé, tengo un potaje en lo alto estupendo. Lo único que quiero es darle a la gente la gloria bendita.

-Incluye un tema nuevo, Libre y a mi manera, que es una declaración de intenciones ¿cómo se consigue vivir así?

-Lo consigo cantándolo. Procuro ir a mi aire, sin que me importen demasiado los demás, ni si cobran más o menos (risas). Se trata de intentar que te afecte lo menos posible lo que pasa, dentro de como está el panorama. Ciudadano Gitano es todo eso, formar parte del mundo, relacionarse con todos y no juzgar a los demás.

-A quienes se mueven como usted se les tacha muchas veces de locos, ¿se paga un precio por ser distinto?

-Desgraciadamente, aún no tengo la paga de loco (risas). No sé, creo que es necesario que los artistas tengan un poco de locura. En ese sentido, estás hablando con uno que a veces es especial y a veces me da igual. Intento ser lo más sencillo del mundo y mostrar lo que soy. Me sueltan en el escenario, me quitan el collar y ahí estoy (bromea).

-¿Dónde se siente mejor, en un festival de flamenco o en uno de pop?

-Me siento a gusto en cualquier circuito, sea de pop, jazz, rock, indie o de flamenco. Mi música encaja en todas partes y ese atrevimiento es bueno. La fusión está genial para que no te falte la comida (risas). En serio, pienso que arriesgar tiene su premio en la vida.

-Usted es carne de escenario, ¿cómo recarga las pilas?

-El directo me carga de energía. Puede parecer que estoy en trance pero es así sólo en un veinte por ciento, el resto estoy en lo que estoy. Lo que pasa es que me gusta ser espontáneo e improvisar. El público me da fuerzas, veo sus caras ahí, disfrutando, y eso sube para arriba y sale luego por algún lao.

-Tener como padrinos a Lola Flores y Diego Carrasco debe marcar de por vida, ¿qué le han enseñado?

-Todo. Gracias a ellos estoy aquí, a sus consejos, a su rollo. He aprendido un montón, el compás, el temperamento, la energía… a saber estar y a divertirme. Entender que cuando te subes al escenario hay que darlo todo.

-En este sentido, ¿cómo le ha influido Jerez en su forma de entender el arte?

-Mucho, me he criado con los viejos de Jerez y siento por ellos un profundo respeto. De todos puedes sacar algo, una idea, un gesto… No soy de copiar pero voy bebiendo y me inspiran a hacer otras cosas. Les toco las palmas y estoy aprendiendo. Además, en Jerez todo se impregna de gracia. No sé cómo explicarlo pero no es como Valencia… Cuando era un niño ya metía el Padre Nuestro por bulerías. Es algo natural, el cura empieza a hablar y tú dices, mira, me sé ya tan bien la misa que hasta te la canto…

-¿Usted se reconoce como un moderno?

-Si lo he sido en ningún momento me di cuenta. Es más, si hubiera sabido quién era AC/DC no me hubiera atrevido a versionarlos. Pero entonces no sabía lo importante que eran. Luego ya me compré el disco. Si llego a saber qué significa el Back in black no lo canto por tangos. Me pasan las cosas sin querer, por casualidad, y eso es lo bueno. Supongo que tengo suerte, bueno, suerte o intuición.

-¿Cómo consigue que músicos tan distintos le adoren?

-Supongo que con humildad y respeto. Entendiendo que mi trabajo es como el de cualquiera y tratando a todo el mundo igual, al de las taquillas, al de la barra y al fontanero…

-Y a Liam Gallagher…

-(Risas) Lo de Gallagher fue porque estábamos en un hotel en Barcelona después de un concierto con Chick Corea y llegó un colega que no conocía de nada a pedirnos un papel… cuando me ve al rato en recepción me da un abrazo y me pide otro. Le dije que tenía mucha cara y la gente que venía conmigo me decía, quillo, que es el de Oasis… yo qué sé, me parecía un beatlecito. Se puso un poco chulo y me dijo tú qué haces aquí… claro, yo le contesté, a ver si te vas a creer que tú eres el único que puedes estar en un hotel de cinco estrellas, que yo estoy aquí con Chick Corea, ea, ea… En fin, al final acabamos como amigos.

-¿Y lo de Marcus Miller?

-(Risas) Es lo que me pasa por ir a mi bola. Con Marcus es que estábamos en un ascensor y entró un pedazo de negraco… me creí que era el camello de allí y el que venía conmigo me decía, chiquillo, que es el mejor bajista del mundo. Él lo quería conocer así que me puse a gritar su nombre por los pasillos. El nota salió con la cara un poco rara y, como hablaba en inglés, no lo entendía. Pero al final mi colega le explicó quién era yo y ya me echó un poco más de cuenta. Luego le ofrecí un pitillo y tan amigos… A Paco de Lucía también le gustaban muchos mis bicherías, me picaba para que le soltara cosas. Anda Paco, que tienes la cara de un pequeño saltamontes, le decía.

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