"El amor es un sentimiento que no debe morir si quieres vivir tú"

josé luis perales. cantante

El intérprete vuelve con 'Calma', un disco en el que reclama como valores el sosiego y el sentido común y que presentará el 4 de agosto en el Starlite Festival de Marbella

José Luis Perales, fotografiado hace unos días.
José Luis Perales, fotografiado hace unos días.
Braulio Ortiz

21 de mayo 2016 - 05:00

José Luis Perales (Castejón, Cuenca, 1945) regresa defendiendo una perspectiva más sosegada de la vida en un tiempo de crispación y desencanto. En Calma, un disco editado por Universal y que presentará el 4 de agosto en el Starlite de Marbella, sigue siendo el cronista del amor, exhibiendo aún esa humanidad que se respiraba en sus letras. En esta entrevista, el cantante confiesa la presión que a veces, sobre todo en el comienzo de una gira, supone ser una figura tan apreciada: aquí habla de las tensiones entre seguir siendo fiel a uno mismo, al recuerdo que el público guarda de sus éxitos, y también apunta la necesidad, comprensible, de renovarse.

-En Y me marché contigo, el corte que abre el álbum, habla de la conquista de la luna, de las guerras pasadas, de la ambición de la gente... y acaba mostrando su convicción de que, tal vez, el amor es la verdad más poderosa.

-Sí, el amor es el eje en torno al cual debe girar el mundo, es lo que da valor a las cosas. No sólo el amor a una persona, sino el amor a la vida. Yo después de todos estos años sigo siendo el hombre enamorado de mi mujer, y de mis hijos y nietos... El amor es un sentimiento que no debe morir si quieres vivir tú.

--En otro de los temas, Si pudiera, se interroga sobre cómo inventarse un sentimiento que suene nuevo, cómo escribir una frase de amor que no se haya escuchado. Supongo que usted, como letrista, se habrá preguntado muchas veces qué hacer para no repetirse, para contar algo distinto.

-Sí, sobre todo en el tema del que hablábamos antes: el amor. En ese campo se ha cantado ya tanto que es difícil ser original. Pero, bueno, es lo que hay: tenemos un lenguaje que es el que usamos y no quedan muchas palabras que no hayan sido dichas. Como dice la canción, ojalá hubiera más para poder expresar ese sentimiento y sorprender.

-Y con la música, ¿tiene la misma sensación, que es difícil aportar algo nuevo? Porque quizás este álbum suene distinto.

-Sí, parece diferente porque es una producción de mi hijo Pablo, que lleva tres años viviendo en Boston. El disco se ha grabado en Los Ángeles, con músicos americanos, y por eso su sonido se aproxima más a Estados Unidos que al registro de lo que yo hacía aquí. Pero me siento integrado en este sonido, y creo que es una novedad que rejuvenece el disco, y también me rejuvenece a mí, en la forma de cantar. Estos arreglos me han ayudado a hacerlo mejor.

-En los 80 dedicó una canción a su hijo Pablo, el productor del que hablamos, y ahora el protagonista de uno de los temas es su nieto, Guillermo.

-Sí, y cada vez que saco un disco tengo un nieto nuevo [ríe]. Ahora ha venido Noa, una nueva nieta, de mi hija María, que es una preciosidad pero llegó cuando el disco ya estaba hecho. Así que tendré que hacer otro...

-El disco está habitado por personajes que se han quedado al margen, que observan la vida en un banco de la calle, que escriben cartas que no tendrán respuesta, que recuerdan un antiguo amor...

-Sí, lleva razón, hay algunos temas en ese sentido. Son personajes que a mí me siguen interesando literariamente. En el banco de la calle habla de un hombre mayor. La gente pasa ante él y prácticamente no lo ve, porque es un anciano. Sin embargo, él disfruta de ese movimiento, o de la puesta de sol: sabe que le queda poco tiempo, pero tiene la serenidad de contemplar la vida que pasa delante de él.

-Hablando de serenidad, el disco, desde su título, reivindica la Calma en un tiempo confuso y bastante crispado.

-Basta con poner la televisión, las noticias, o salir a la calle, para advertir esa crispación. Nos peleamos enseguida cuando vamos en el coche, hay una gran tensión que está flotando en el aire. Están las guerras, los parados, los niños en esos campamentos de refugiados, los que se dejan la vida en las pateras... y nosotros, por otro lado, aquí, con la ambición de tener más que el vecino, la preocupación de que la casa y el coche sean mejores que los del otro... Queremos poseer algo que cuando conseguimos no nos hace feliz. Yo creo que la vida habría que tomársela con algo más de calma, fijarse en las cosas elementales, lo que más te aporta.

-En otros, ese sosiego podría ser un logro de la edad, pero en su caso da la impresión de que es algo propio de su carácter.

-Sí, yo creo lo mismo. Desde niño siempre busqué la tranquilidad en el desván de mis padres, donde leía los poemas de Bécquer, y siempre me gustó la naturaleza, pasear junto a un lago, por ejemplo. Cuando escribo lo hago en el silencio absoluto, en la casa del campo. El estrés me afecta mucho y siempre lo he evitado. Puedes llegar a enfermar por su culpa.

-En los conciertos cantará los nuevos temas, pero el público le pedirá, inevitablemente, viejos éxitos. ¿Cómo se lleva eso de interpretar esos himnos que ya abordaba hace 30 años? Cuando uno siente que tiene todavía cosas que decir, quizás agote esa mirada al pasado...

-Eso forma parte de tu historia. Es verdad que a veces cuesta cantar esos viejos temas sin caer en la rutina. Lo que haces es modernizar esas canciones un poco, cambiar los arreglos... pero tampoco mucho. La gente quiere escuchar esos éxitos tal como sonaban hace muchos años. Si yo pudiese oír de nuevo a los Beatles, me gustaría que fueran igual que entonces. Es curioso, porque, independientemente, intento tomar una línea más moderna con las nuevas canciones, y parte del público quiere que siga en lo que hacía 40 años antes, pero eso sería retroceder y a mí me gusta avanzar.

-En una entrevista reciente reconocía que le pesan las expectativas que suscita su trabajo cuando presenta un disco.

-A veces los espectadores tienen una expectativa muy sublime sobre el artista. A menudo te idealizan, y la posibilidad de defraudar provoca cierto miedo cuando sales al escenario. Acabo de empezar los conciertos, pero sé que esos nervios se quitan cuando compruebo que la gente me sigue siendo fiel.

-Jeanette, Julio Iglesias, Miguel Bosé o Mocedades, entre otros muchos, han interpretado canciones escritas por usted. Del panorama musical actual, ¿en quién pensaría para componerle?

-En este momento no tengo en perspectiva a nadie. Ando ocupado con la gira... Y lo que es verdad es que el tiempo te hace selectivo. No escribes para quien te lo pide, sino para quien te gusta realmente. Alguien que pueda interpretar, sentir, la canción.

-Tanto Paloma San Basilio, ahora, como usted hace unos meses se han adentrado en la literatura y han sacado una novela. ¿Está contento con la recepción de su libro, La melodía del tiempo? ¿Ha notado quizás que la gente del mundillo literario lo trataba como a un intruso?

-Cuando entras en un gueto, y el mundo literario es una especie de gueto, puedes notar un cierto rechazo. Sí le contaré como anécdota que un amigo mío fue a comprar mi novela a una librería muy clásica y le dijeron: No, este libro de Perales no lo tengo, pero no venga usted más que no lo voy a tener. Esa reacción, ese recelo, a veces existe, sí. Pero el público que está leyendo el libro me dice que le está encantando. Eso es lo que me importa.

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