Los sueños intactos

Ignacio F. Garmendia Sevilla

24 de septiembre 2013 - 05:00

Tenía esa elegancia antigua y ligeramente atildada de los escritores y diplomáticos, aunque él nunca ejerció la profesión de su padre, heredero de aquel otro Mutis, Manuel, que acompañó al célebre naturalista en su expedición botánica a Nueva Granada. No sólo por su infancia europea, Álvaro Mutis encarnaba esa mezcla característica de refinado cosmopolitismo y leal apego a la tierra que ha distinguido a otros grandes escritores de América, pues de hecho su obra no se entendería sin los exuberantes paisajes de Colombia o las decisivas relaciones que trabó en México, pero al mismo tiempo se proyecta mucho más allá, de la mano de las otras lenguas y tradiciones -la norteamericana de Whitman, la inglesa adoptiva de Conrad, la francesa de Larbaud o de Proust- que conviven en el territorio libre de la literatura. Nunca le interesó la política, pero se proclamaba monárquico y parecían interesarle más las viejas batallas que las nuevas, como miembro oficioso de esa aristocracia criolla, esteticista y tardorromántica, que a falta de reyes ha rendido culto a los individuos audaces, a la belleza efímera, a la visión hedonista y a la vez desesperada del que sabe, como ha escrito su íntimo amigo Gabriel García Márquez, que "nunca volveremos a encontrar el paraíso perdido".

Junto a su compatriota y confidente, Mutis ha sido vinculado al realismo mágico, pero su obra, como la del propio Gabo, no se limita a los predios de lo real maravilloso. Mutis es el cantor de la selva indómita y el océano innumerable, de la fuerza esencial -generadora y destructora- de la naturaleza, de la soledad del hombre que duda de su lugar en el mundo o del sentido último de lo que busca. Novelista relativamente tardío, se quiso y fue sobre todo poeta, un gran poeta a menudo narrativo y un gran narrador casi siempre lírico. De hecho Maqroll habitó antes su poesía que su prosa, aunque muchos lectores lo conocieron por la memorable serie de novelas que tienen como protagonista al marino, contrabandista y medio filósofo de la tierra caliente. Como su colombroño el inmenso y olvidado Cunqueiro, otro alegre vividor arrasado de melancolías, Mutis fue un soñador de tierra adentro, nostálgico de los mares y las aventuras que no le fue dado vivir: "Maqroll es todo lo que quise ser y no fui. Todo lo que yo he sido y no he confesado". Era y no era él, pero compartía con el Gaviero errante, ahora más que nunca inmortal, "los mismos paisajes, la misma visión del mundo, las mismas caídas, los mismos entusiasmos por ciertas cosas, la misma manera de ver al hombre, de ver su destino". Lo escribió él mismo, hace ahora medio siglo, en el poema Amén de Los trabajos perdidos: "Que te acoja la muerte / con todos tus sueños intactos". Así sea, así habrá sido.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último