"El teatro sólo se puede hacer desde una absoluta implicación"

El Cervantes recibe desde mañana hasta el domingo la singular lectura de 'Hamlet' de este creador imprescindible, que además estrena en cines 'La mujer del anarquista'

Juan Diego Botto abraza a Luis Hostalot en la representación de 'Hamlet'.
Juan Diego Botto abraza a Luis Hostalot en la representación de 'Hamlet'.
Pablo Bujalance / Málaga

22 de enero 2009 - 05:00

Después de defender con paciencia y oficio una carrera teatral jalonada esencialmente en pequeños formatos, Juan Diego Botto (Buenos Aires, 1975) dirige y protagoniza nada menos que el Hamlet de William Shakespeare, en un montaje que recala este fin de semana en el Festival de Teatro de Málaga.

-¿Qué motivaciones le han llevado a enfrentarse a Hamlet en este momento de su carrera?

-Desde que la leí con 15 años, Hamlet ha sido para mí mucho más que una simple obra de teatro. Además de ser una de las piezas más completas y mejor escritas de la Historia, constituye una reflexión única sobre el dolor y lo tardío de la justicia. Siempre tuve la esperanza de que la representaría, aunque nunca imaginé que llegaría a protagonizarla y dirigirla al mismo tiempo. Y ya ves.

-Precisamente, ¿cuáles han sido las mayores dificultades a la hora de compaginar ambas tareas?

-Lo más complicado ha sido conseguir el dinero, convencer que una persona de 33 años como yo estaba capacitada para dirigir una producción de Hamlet. Luego, la adaptación entrañaba muchas dificultades porque queríamos hacer una versión dinámica y sintética. Por último, claro, actuar y dirigir a la vez es una tarea gratificante pero ímproba y extenuante.

-En cuanto al texto, ¿por qué ha optado por la versión de Fernández de Moratín?

-Porque Moratín fue el primero que tradujo la obra directamente al castellano desde el original inglés. Además, fue un hombre del siglo XIX, en todos los sentidos, y desde el principio tuve claro que quería ambientar la obra en el XIX porque me parecía la forma más apropiada de dotar al texto de cierta contemporaneidad, ya que trasladarlo todo al siglo XX o al XXI despertaba en mí dudas más que razonables. Moratín usa en su versión un lenguaje muy de su época, y esto me gusta. Difícilmente podría haber encontrado un traductor mejor.

-Su montaje dura algo menos de dos horas, cuando el original supera las cuatro horas y media. ¿En qué se fundamenta esta síntesis?

-En la idea de que Hamlet encierra muchísimas lecturas y que no todas pueden ser contadas. Intentarlo sólo conduciría al descalabro. Hay que tener claro que la mejor opción consiste en escoger una serie de elementos y trabajar a partir de ellos con la mayor profundidad posible. En nuestro caso, nos hemos decantado por tres: las relaciones de poder, las relaciones familiares y la justicia postergada.

-¿Ha cambiado mucho su percepción de la producción desde el estreno hasta hoy?

-Sí. He descubierto que soy un director mucho más detallista de lo que pensaba. Además, hemos introducido diversos cambios en el texto, sobre todo en el final, desde que estrenamos la obra en Madrid. Una de las grandes ventajas de tener al director siempre en la escena es que la necesidad de los cambios se identifica con mucha rapidez y que los cambios en sí se producen con suficiente naturalidad.

-¿En qué medida cree que le influirá haber hecho Hamlet como dramaturgo? ¿Tiene ya nuevas obras escritas, listas para la escena?

-No, no tengo textos nuevos. Escribí mi última obra hace un año. Lo que sí tengo claro es que después de Hamlet volveré a los montajes de pequeño formato. Quiero escribir una pieza sobre la violencia en los medios de comunicación y ahí encajará bastante bien. Aunque antes regresaré al cine. En cuanto acabe la gira, rodaré dos películas en Argentina, una con Marcelo Piñeiro y otra con Adolfo Aristarain.

-Esta semana se estrena su última película, La hija del anarquista. Se trata de una historia ambientada en la Guerra Civil, aunque los directores, Noelle y Peter Sehr, han dedicado especiales esfuerzos en desvincularla del género.

-Eso tiene más que ver con los productores, que andan temerosos por que la película sea considerada una más sobre la Guerra Civil. Pero no deberían estarlo. Los últimos dos grandes taquillazos del cine español han sido Los girasoles ciegos y Trece rosas, dos cintas dedicadas a la Guerra Civil. Aunque sí es cierto que La mujer del anarquista es un filme más épico, una epopeya del tipo Doctor Zhivago que además se refiere más al exilio que a la guerra.

-¿Le deja el cine hacer todo el teatro que quisiera, y viceversa?

-Hemos llegado a un entendimiento. Lo que pasa es que el teatro exige mucho tiempo y sólo se puede hacer desde una implicación absoluta. Si optas por el teatro, tienes que estar muy seguro. Yo he estado dos años sin hacer cine por Hamlet. La mujer del anarquista, de hecho, se rodó hace dos años. Pero me considero un privilegiado.

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