Cultura

Todos los tipos duros

  • Clint Eastwood resume lo mejor de su carrera en 'Gran Torino', su despedida de la interpretación

El último tipo duro de Clint Eastwood (San Francisco, 1931) se llama Walt Kowalski y es un veterano de la guerra de Corea, obrero jubilado de la industria del automóvil, viudo, mal hablado, violento y xenófobo. Dice el actor y director que ésta es su despedida de la interpretación, y lo ha hecho como empezó su carrera en la dirección, con una pequeña película de bajo presupuesto, pocos días de rodaje y mucha sustancia. Si en Escalofrío en la noche (1971) necesitó de la ayuda de su maestro, Don Siegel, casi 40 años después él se ha bastado para ordenar todo lo que quería contar, que parece que es mucho, en esta crepuscular Gran Torino.

"¿No te has fijado que de vez en cuando te topas con alguien a quien no deberías mosquear? Ese soy yo", les dice Kowalski a unos pandilleros casi sesenta años más jóvenes que él. Así es el protagonista de Gran Torino. No es la primera vez que un personaje de Eastwood se expresa así. Harry El Sucio es el primero de ellos que a cualquier aficionado se le viene a la cabeza. Y en cada plano de esta cinta parece haber un homenaje, y una reflexión, sobre él y todos los demás. Esa es una de las intenciones de este filme, suerte de ajuste de cuentas con su pasado por parte de un cineasta maduro que ha cimentado su popularidad inicial en un estereotipo con más miga de la que muchos han querido ver.

"¿Por qué mierda tienen que mudarse los amarillos a este barrio?", es uno de los comentarios que Kowalski le escupe a sus nuevos vecinos coreanos. El racismo es uno de los rasgos de este personaje, un hombre que está habituado a tomarse la justicia por su mano, algo común a casi todos los papeles que Eastwood ha interpretado. La diferencia es que este jubilado de mal carácter va a aprender las lecciones a las que los anteriores personajes no tuvieron que enfrentarse.

Eastwood no sólo se habla a sí mismo en Gran Torino, también conversa con sus maestros, de Don Siegel -esa violencia seca y descarnada- a John Ford -la mecedora que Kowalski parece haber heredado del Henry Fonda de Pasión de los fuertes es desde la que ve cambiar la América por la que luchó-. Está muy lejos el actor de aquel pistolero que interpretó en tantas ocasiones para Sergio Leone, pero tampoco lo olvida. Es esta una película honestamente referencial.

Gran Torino es ya uno de los mayores éxitos de Clint Eastwood tras haber recaudado sólo en Estados Unidos más de 135 millones de dólares, cuando apenas contaba con un presupuesto de 35 millones. En ella, Eastwood ha ejercido de productor -a través de Malpaso, como siempre-, director, protagonista e incluso con una pequeña aportación a la banda sonora, de nuevo un ejercicio de reivindicación del jazz.

No hay ningún rostro reconocible en el reparto, así que todo el peso del filme se lo lleva esta veterana estrella, que sí se ha hecho acompañar por uno de sus hijos, Scott Eastwood, quien hasta ahora se hacía llamar Scott Reeves. Es uno de esos detalles que dan forma a esta película en la que Eastwood se despide de las pantallas, de su personaje y quizá de una forma de entender el mundo que ya no le parece válida, aunque esperemos que todavía tenga tiempo y ganas de ofrecer más lecciones cinematográficas. Adiós, Harry. Gracias, señor Eastwood.

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