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No tomarás el nombre del CAC en vano

  • La revelación de que la empresa de Francés registró en 2002 la marca 'CAC Málaga' desata una tormenta política

Fernando Francés, en la exposición de Peter Doig que actualmente puede verse en el CAC Málaga.

Fernando Francés, en la exposición de Peter Doig que actualmente puede verse en el CAC Málaga. / marilú báez

Hay un matiz revelador en el hecho de que un suceso inadvertido durante tres lustros desate una tormenta política y, más aún, prometa algunas más para el próximo año. Tal y como figura en la Oficina de Patentes, la marca Centro de Arte Contemporáneo - CAC Málaga quedó registrada en diciembre de 2002, dos meses antes de la inauguración del museo, a nombre de Gestión Cultural y Comunicación, la empresa de quien desde entonces ha ejercido la dirección del centro, Fernando Francés. La patente se renovó en 2012 por otros diez años, lo que podría generar una situación cuanto menos peliaguda el año que viene: el 30 de abril de 2018 vencerá el contrato de Francés (que se renovó a su vez en 2008 por otros diez años) y, si el actual responsable no quedara ratificado en su puesto, podría, a tenor del derecho que le asiste, llevarse entre sus bártulos el mismo nombre del CAC Málaga, con lo que el centro se vería obligado a llamarse de otro modo. O lo que es lo mismo: si Francés quedara apartado del CAC, el CAC moriría con él para convertirse, sin remedio, en otra cosa. Independientemente de la idoneidad de la actuación, lo cierto es que su reciente revelación ha hecho saltar algunas alarmas en el Gobierno local, tal y como confirmaron fuentes municipales, a cuenta de que a nadie, en su momento, se le ocurriera adelantarse a Fernando Francés en el registro de la marca para dejarlo todo bien atado. Las mayores consecuencias, sin embargo, están por venir.

Quienes sí han manifestado una reacción concreta han sido el portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento, Juan Cassá, y el concejal de la formación y a su vez portavoz en la Diputación, Gonzalo Sichar, quienes presentaron el lunes una moción para el próximo Pleno municipal con el fin de que, según informa Europa Press, la marca CAC Málaga "no esté registrada a nombre de una de las empresas del director del museo, Fernando Francés, sino a nombre de la ciudad". La iniciativa aboga por "afinar" la cuestión con vistas al próximo pliego de condiciones, en palabras de Cassá, quien recordó que el centro cuesta a los malagueños 3,3 millones de euros al año y que, por tanto, "tiene mucho que mejorar en materia de transparencia. La gestión del CAC es opaca y por eso llevamos meses registrando preguntas por escrito y adelantándonos al fin de la concesión". Sichar, por su parte, hizo similares apreciaciones respecto al Museo de Arte de la Diputación (MAD), que la institución mantiene abierto en Antequera y cuya gestión también está en manos de Francés. El portavoz se refirió a la puesta en marcha de una comisión independiente para la evaluación de la gestión del museo, recientemente aprobada por el Pleno provincial, como "un gran logro, porque saca al MAD de la zona de sombra en la que se encontraba"; y afirmó, igualmente, que es necesario "conocer en qué se invierte y con qué criterio el dinero que se destina al centro". En el caso del CAC, las condiciones que se puedan añadir al pliego podrán tener repercusiones a partir del año que viene, pero llegan tarde en lo que a la protección pública de la marca se refiere.

En la moción de Ciudadanos podrían darse motivos más allá del rigor de lo público

Las acusaciones de falta de transparencia respecto al CAC no son precisamente nuevas. La Fundación Compromiso y Transparencia, que tiene como objetivo fortalecer la confianza de la sociedad en las instituciones y empresas impulsando el buen gobierno, la transparencia y el compromiso social, situó al centro en su último informe, publicado en octubre del año pasado, en el penúltimo puesto de su ranking de cincuenta museos españoles, con sólo dos de los 24 indicadores de transparencia cumplidos. En las anteriores evaluaciones de la misma entidad, así como de otros organismos, el CAC ha ocupado habitualmente las áreas reservadas a los centros más opacos. Por lo general, este tipo de informes tienden a penalizar a los museos que concentran las responsabilidades de dirección artística y de gestión financiera en una sola persona, y precisamente Fernando Francés ha defendido siempre el carácter personal del CAC con la premisa de que son los museos guiados por un único titular los que más lejos llegan en sus aspiraciones. En gran medida, los éxitos le han dado la razón: bajo su impulso, el equipamiento ha programado exposiciones que desde algún museo nacional se consideraron "impropias" para un centro de carácter municipal, y bastaría citar los nombres de Gerhard Richter, Anish Kapoor, Alex Katz, Julian Opie, William Kentridge, Tracey Emin, Marina Abramovic, Mark Ryden y Peter Doig (convocados por Francés a título personal en un proverbial sentido de la insistencia) para hacerse una idea. Por no hablar de los 456.000 visitantes de 2016. Pero bajo toda alfombra roja hay riesgo de que se acumulen elementos indeseables. El alcalde, Francisco de la Torre, ha presumido en más de una ocasión del carácter "pionero" (a nivel europeo, incluso) del CAC por su naturaleza de centro público sometido a una gestión privada, pero quizá el modelo está dejando sorpresas inesperadas. Si bien el Ayuntamiento nunca ha prestado demasiada atención a la anomalía que supone la cesión de la batuta de un centro que tiene entre sus cometidos la adquisición de obras de arte en manos de una empresa que tiene entre los suyos el de proporcionarlas (con el argumento de que las partidas destinadas a tal fin no son relevantes), el asunto de la propiedad de la marca podría, a tenor de la tormenta, sentar un precedente para que la pervivencia del modelo no suscite más dolores de cabeza a la municipalidad.

Eso sí, conviene observarlo todo con lupa y apuntar la posibilidad de que en el empeño de Ciudadanos haya motivos más allá de la defensa de lo público. Gonzalo Sichar es director de la editorial Sepha, donde publica sus catálogos y libros la galería malagueña Gacma, cuyos responsables han optado tanto a la dirección del CAC como del Soho y el proyecto de arte urbano MAUS (que también coordinó Francés hasta su disolución). No es descabellado pensar que si Gacma se hiciera con la gestión del CAC (o como se llamara entonces), la editorial de Sichar vería incrementado de manera notable su volumen de negocio. Quién sabe. Igual hay que parar y empezar de nuevo.

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