El viaje en bicicleta de la extraña pareja
Confluencias publica 'Mercier y Camier' de Samuel Beckett, primera traducción de la versión inglesa en una edición facturada en Málaga
Hay novelas cuyos recorridos superan a menudo lo que cuentan y dan a menudo para otras muchas novelas. Una de ellas es Mercier y Camier, la obra que Samuel Beckett (Dublín, 1906 - París, 1989) escribió en 1946, aunque bien es cierto que cualquier libro del irlandés encierra tanta vida (lo que constituye una paradoja, en cuanto el autor pretendió justo lo contrario) que se podría empezar a escribir sobre ellos y no parar nunca. Beckett parió Mercier y Camier justo después de la Segunda Guerra Mundial, durante la que había participado en la resistencia francesa traduciendo mensajes del alemán (un aviso in extremis le salvó, en cuestión de horas, de ser apresado por los nazis), y cuyos devastadores efectos comprobó de primera mano en la arrasada ciudad de Saint-Lô, donde colaboró con la Cruz Roja. Y su importancia es capital en cuanto se trata de la primera novela que Beckett escribió en francés, el idioma que adoptó con el fin de desprenderse de cualquier atisbo de estilo. Ahora, la editorial Confluencias recupera esta obra con una edición en la que José Francisco Fernández (que ya tradujo Sueño con mujeres que ni fu ni fa para Tusquets junto al recordado Miguel Martínez-Lage) vierte al español la versión inglesa de 1974. Y esta edición, adornada con los dibujos originales de Beckett, ha sido facturada por el equipo de Confluencias, con Carlos Pranger a la cabeza, enteramente desde Málaga; lo que constituye una noticia más que buena y la evidencia de que, oigan, aquí también se cuecen habas.
A Beckett, que ya había probado con el francés en algunos relatos, le ocurrió con Mercier y Camier lo que ya le había sucedido con novelas anteriores como Murphy y Watt: ningún editor quiso hacerse cargo de su publicación. Pero en esta ocasión no insistió demasiado y decidió guardarla en un cajón. Casi treinta años después, en 1974, con el Nobel ya en el bolsillo desde 1969, Beckett la retomó a instancias de sus editores, ávidos de material inédito. Pero decidió transformarla notablemente, traduciéndola personalmente al inglés y reduciendo el ya de por sí breve texto en más de un 10%. Y es ésta la versión que Fernández ha utilizado para traducirla al lector español (Félix de Azúa la tradujo del francés, en un trabajo de pionero coraje, en 1970) por primera vez en la historia. La razón, más allá de que éste sea el canon que fijó definitivamente Beckett, es que el Mercier y Camier en inglés constituye, como apunta el propio Fernández en el prólogo, un claro ejemplo de novela irlandesa, lo que corresponde más a un argumento, que, sin referirlo expresamente, transcurre en Dublín. Como anécdota, cabe reseñar que Paul Auster escribió una crítica muy elogiosa de la edición publicada en EEUU en 1975, y algunos años más tarde, un Beckett entre escéptico e ilusionado preguntó al futuro autor de Mr. Vértigo en un encuentro personal si realmente pensaba que la obra era tan buena.
Mercier y Camier anticipa algunos de los registros que Beckett perfeccionaría en su inolvidable Molloy, la primera novela de su popular trilogía, escrita en 1950 también en francés; así, como en Esperando a Godot, la obra teatral que le reportó, inesperadamente (sobre todo para el mismo Beckett) el éxito y la atención internacional. Los protagonistas conforman una pareja plagada de referentes, alto y enjuto Mercier, bajito y rechoncho Camier, inspirados ambos en Bouvard y Pécuchet de Flaubert (novela, a su vez, rebosante de deudas cervantinas) pero muy especialmente en Stan Laurel y Oliver Hardy. Y es que Mercier y Camier es, ante todo, una novela de humor; si el humor es una constante en la obra de Beckett, incluso en sus textos más insondables (su intención en el estreno de la demoledora pieza teatral Fin de partida era que el público estallara a carcajadas), aquí el tono es abiertamente cómico, vástago de las pantomimas de tartazos propias del cine mudo (que Beckett imitó en su película Film, de 1961, protagonizada por Buster Keaton como plena declaración de intenciones) y con las que el irlandés se distraía en los teatros parisinos de la posguerra. Los protagonistas emprenden un viaje a ninguna parte, sin salir de la misma ciudad (previsiblemente Dublín, como apuntábamos), a bordo de una bicicleta vetusta que un estrafalario agente pretende requisar ya en el primer capítulo. Y en esta nada se encuentran con personajes estrafalarios, vestidos con chisteras y levitas, aterrados ante la sola idea del nacimiento de un niño, procuradores del sexo menos satisfactorio, acólitos ya de esa humanidad que prefiguró Beckett, la que ni siquiera quiere ser tal y rechaza cualquier esperanza. Lean y rían. Sientan.
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