Entre lo viejo y lo nuevo o el Tricicle que se lleva dentro

Pablo Bujalance

29 de enero 2011 - 05:00

XXVIII Festival de Teatro. Teatro Cervantes. Fecha: 27 de enero. Compañía: Tricicle. Dirección, guión e interpretación: Joan Gràcia, Paco Mir y Carles Sans. Aforo: Unas mil personas (lleno).

Había ganas, muchas, de volver a ver a Tricicle en Málaga. La última vez que la compañía estuvo por aquí, también en el Cervantes, fue hace cosa de una década con aquel grandes éxitos en el que el repertorio de sketches se sometía a votación del público, que elegía así democráticamente los números que quería ver. Parecía que no se habían ido, de todas formas: uno cree ver a Tricicle en todas partes, en la televisión, en la prensa, y en la memoria, donde quedan algunos momentos muy divertidos y ciertamente inolvidables. Así que no había más remedio que acudir a la función de Garrick con cierto sabor a antítesis: por un lado, las odiosas expectativas exigían risas hasta la lesión; por otro, la familiaridad urgía a la templanza.

La historia de David Garrick, aquel cómico inglés del siglo XVIII cuyas actuaciones eran recomendadas por los médicos dados sus efectos saludables, es en realidad una excusa para que Gràcia, Mir y Sans hagan lo de siempre. Es decir, lo que mejor se les da. Algunos pasajes funcionan muy bien, especialmente los breves, como los de las bromas. Otros, en cambio, se desarrollan a medio gas, como el de los dos tipos atrapados en el ascensor (quizá el más innovador, al menos por su complejidad escenográfica). Uno comienza a sospechar lo que ocurre cuando el grupo incluye el ya conocido gag del miedo escalofriante (en el que Gràcia amenaza al personal arañando pizarras y platos): ¿Son los últimos sketches más flojos después de 31 años de oficio, o es que uno, en el fondo, se lo pasa mejor con el Tricicle que lleva dentro, en la memoria y el corazón, que con el que ve en el escenario? El número final de Garrick, el de los tres embarazados, es uno de los más divertidos pero también remite de manera muy directa al viejo registro del trío. La solución llega al final, cuando los tres geniales mimos regalan al respetable, a modo de bis, un popurrí con sus números más conocidos: ahí vuelven, intactos, los perros golosos, el reparto de la prensa, los niños con la pelota y el play-back de Julio Iglesias. Feliz memoria.

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