Manuel Campo Vidal

Cinturón y mascarillas para atravesar el 2024

Con ese panorama mundial, la refriega en la política española parece menor

02 de enero 2024 - 00:15

Trump, Putin, Netanyahu, Orban y Milei les desean un feliz 2024. Aunque lo de “feliz” lo pongan en peligro ellos mismos, y otros colaboradores al desaguisado, como los sanguinarios líderes de Hamas. Incluyan a los nombres inquietantes, al siempre imprevisible Elon Musk, candidato a mejor aliado de Donald Trump, si vuelve a la Casa Blanca el próximo noviembre. Los estados de Colorado y Maine le prohíben participar en las primarias por apoyar una rebelión; Michigan lo acepta. El Tribunal Supremo decidirá.

Trump ya ha anunciado que cuando retome el poder será dictador, sí, pero solo el primer día. En 24 horas firmará decretos y destituirá cargos a los que se la tiene jurada por su persecución fiscal y política en estos cuatro años de ausencia. Volverá con sed de venganza. Putin se saldrá en parte con la suya: trescientos mil muertos después y con media Ucrania arrasada, se anexionará previsiblemente el Dombás; y solo el ingreso acelerado, aunque gradual, de Ucrania en la Unión Europea, será premio de consolación para Zelensky al que le van fallando apoyos por cansancio, o por entender que es imposible ganar esa guerra.

La cruel batalla de Israel contra Hamas, que pagan dolorosamente los civiles palestinos, tiene visos de durar porque Netanyahu está hundido en las encuestas y si hay elecciones las perderá. Le interesa un conflicto permanente para no convocarlas.

Entretanto en Europa, el ultraliberal húngaro Orban se ha erigido como el líder que cuestiona, en sintonía con la ultraderecha en ascenso, la unidad europea tal como la conocemos entorpeciendo su marcha y sus reformas. En las elecciones del 9 de junio próximo, conservadores y socialdemócratas retrocederán, mientras que la ultraderecha crecerá, según tendencia consolidada en el Eurobarómetro. El ingeniero alemán Manfred Weber se perfila como el sucesor de la conservadora Úrsula von der Leyen en la presidencia de la Comisión. Y la vicepresidenta española Teresa Ribera, como referente de los socialdemócratas europeos. Su exitosa gestión con la “excepción ibérica” en la crisis de la energía y su destacada presencia en la COP28 de Dubái, la impulsan a esa relevante posición, aún por concretar.

¿Y qué decirles de Milei? Amparado en la riada de votos cosechada, hartos de la corrupción y la ineficacia del peronismo, intenta demoler lo que queda del estado social argentino proponiendo al poder legislativo una asunción de poderes sin precedentes que acerca el régimen a una eventual dictadura. Pero Milei y su motosierra, que ya despidió a cinco mil funcionarios como saludo, mira claramente al norte, a Trump, en el que se inspira; y a Bukele en El Salvador, que pactó con una parte de la ciudadanía cambiar derechos humanos por seguridad en las calles.

Con ese panorama mundial, la refriega en la política española, apaciguada solo por las navidades, parece menor, aunque no lo sea. Pedro Sánchez terminó el año remodelando su gabinete: se va Nadia Calviño al Banco Europeo de Inversiones, gran éxito personal y de país. Asciende María Jesús Montero a vicepresidenta primera y se nombra a Carlos Cuerpo, un joven y brillante funcionario estatal, como ministro de Economía. La Asociación Española de la Banca y los sindicatos han celebrado el nombramiento en una semana de subida final de la Bolsa y contención de la inflación. Solo el cambiazo en el Ayuntamiento de Pamplona enturbia titulares para el PSOE. El PP declara que “el verdadero vicepresidente primero es Carles Puigdemont”. Habrá que refrescar en la calle Génova la plantilla de redactores de declaraciones. Estas son solo para hooligans.

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