Gumersindo Ruiz

Israel, al sufrimiento virtud

Tribuna Económica

07 de noviembre 2023 - 00:15

Israel es un país próspero, con inflación controlada, sin paro, superávit exterior, y cuentas públicas equilibradas; pesa mucho el gasto militar, pero el bienestar derivado de lo que se produce y cómo se reparte, es algo cuestionable en muchos países. En España se mantienen las relaciones con los sefardíes expulsados, que perdura en la lengua y cultura, apellidos y huella genética, aunque no hay esa empatía hacia las políticas sionistas. Israel ha establecido relaciones diplomáticas con países musulmanes, conocidos como acuerdos Abrahámicos, pues no dejan de ser la raíz de las tres grandes religiones monoteístas; pero era impensable que un acuerdo con Marruecos fuera más allá de la tecnología en agua y cultivos, y establecieran dos fábricas de armamento, lo que provocó en Marruecos protestas en las calles y la histeria de Argelia. La prepotencia del gobierno de Netanyahu le ha impedido valorar que estos acuerdos que ahora se tambalean no podían hacerse al margen del conflicto palestino.

Los acuerdos fueron interpretados de la peor manera por Hamas, sin mejoras para Palestina, aunque tampoco pusieron empeño en ello, y mucho menos el gobierno integrista de Israel. La guerra coge, sin embargo, a Israel con una profunda división interna, tres primeros ministros de tres partidos en dos años, y el intento de Netanyahu de quitar poder al judicial, y evitar su procesamiento por corrupción, con fuerte rechazo social. En estos años, para el gobierno de extrema derecha la forma de superar su fragilidad ha sido actuar con una dureza extrema, frente a partidos como el socialista, que pierde influencia en los últimos veinte años, y sigue defendiendo una política real de distensión, aliviando la desesperación de los palestinos (ver en internet su manifiesto, traducido por el Socialist Party de Irlanda). Pero aunque este gobierno no tiene futuro, el ataque de Hamas ha agrupado a la gente frente al peligro, pues no en vano este pueblo, aunque dividido sigue siendo siempre un pueblo. Recordemos que esta idea solidaria está muy presente en la parábola del judío buen samaritano, que socorre al levita, lo que no habían hecho los propios.

Hace tiempo leí que la Biblia hebrea es un libro que narra la historia de persecución, esclavitud, exilio, derrotas y humillación de un pueblo, que incluso cuando sus enemigos son vencidos, como ocurre con los persas, los otomanos, o el nazismo, sufren el dominio de otros, o el éxodo. Es peculiar que muchos judíos no pudieran quedarse en sus países tras la Segunda Guerra Mundial, y las potencias vencedoras les procuraran un lugar donde tenían que sobrevivir por ellos mismos. También leí de Adam Gopkin (The New Yorker, 28.8.23) que la derrota, el pillaje, el fracaso, –en esa misma lectura de la Biblia– se ha tomado por este pueblo como una virtud, un regalo, o la promesa de una victoria futura; pero pienso que estas formas románticas en que el perdedor se idealiza, como en las bienaventuranzas, es parte de la historia, y hoy en la vida, en cualquier circunstancia, la política, el comercio, las relaciones, todo el mundo juega a ganar, y cuando puede, machaca cruelmente al contrario, lejos ya de “al sufrimiento, virtud”, con que concluye el coro de los esclavos hebreos en el Nabucco de Verdi.

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