Juanma es un lince

La compra de una finca aún húmeda lindante con Doñana es buena política, o sea, posibilista

Originalmente andaluza y hoy mundializada, Ebro Foods es una de esas grandes joyas empresariales andaluzas del sector agroalimentario de las que conocemos poco los habitantes de la región. En buena medida, aventuraría uno, porque la personalidad de la compañía es un trasunto de la de su fundador y los hijos de este, los Hernández Barrera, gente discreta y a la labor que, quizá por su origen soriano, no son de dejarse ver ni de hacer lobby entre jolgorio, y menos de hacer ostentación de su enorme influencia. Entre las diversas unidades de negocio del grupo Ebro Foods, una produce y comercializa la mayor parte del arroz que se consume en el planeta, y ostenta el segundo lugar en el ranking de la pasta fresca y seca a nivel mundial. Hace muchos años, la familia Hernández se hizo, entre otras fincas inundables, con Veta la Palma, en la zona arrocera del Guadalquivir sevillano más lejano al río y, por tanto, cercano al mar y, por tanto a su vez, con aguas más salinas e improductivas. Aún así, o quizá por ello, la finca es lindante con Doñana, con zonas de humedales y piscifactoría: también es territorio de paso de aves. Hace unos dos años, y a la vista del deterioro de suelo húmedo productivo, la empresa solicitó que se le permitiera dar otro uso a esos terrenos, con el consiguiente riesgo para la visita cíclica de la fauna protegida, objeto de lupa de la Unión Europea (que ha dado ingentes ayudas a esa maravilla ecológica del Parque Nacional, que no deja de ser un competidor por los recursos ?–el agua dulce– de las empresas del fruto rojo y otros muchos más, ejemplo de buen hacer empresarial, aunque cuente entre sus emprendedores con ovejas negras depredadoras de agua mediante pozos alegales. Los negacionistas del cambio climático, normalmente indocumentados y ajenos a la opinión masivamente mayoritaria de científicos y técnicos, hacen alarde de una dolorosa jactancia. Por suerte, la derecha española moderada ya no tiene dudas: “La verdadera amenaza de Doñana es el cambio climático y no nuestra ley de regadíos” (Moreno).

Evidentemente, ahí hay política. Pero asimismo bastante verdad: el cambio climático es una amenaza para todos. Luchar en la medida de lo posible contra él tiene que ver con la compra pública –ahí ya no hay interés privado, valoremos la iniciativa de la Junta– de Veta la Palma. Incluirla en el Parque Nacional es una buena medida. La Consejería de Sostenibilidad, Medio Ambiente y Economía Azul que dirige el almeriense Fernández-Pacheco tiene ante sí la tarea de lograr que la UE apruebe dicha adscripción. Un detalle sintomático: el consejero es también portavoz. Denota compromiso con el medio ambiente; como es obligado, por otra parte.

Antes de las últimas elecciones generales, el Gobierno central decidió tácticamente cargar contra la Junta de Andalucía, gobernada con mayoría absoluta por el PP: el argumento, la voluntad de Juanma Moreno y su equipo de “regularizar” los regadíos en la zona, vocación de apoyo a la empresa con, también, tintes electoralistas en la comarca. La defensa gubernamental en una región muy regada –valga decir– de fondos europeos en esos perímetros con economías rivales de Doñana fue mal recibida por la comisaría del ramo de europea: con la UE hemos topado; aunque sin ella, francamente, no sé qué sería de este país. Esta compra de 7.500 hectáreas por 70 millones no soluciona un problema medioambiental peliagudo, ni parará los afanes empresariales que miran a Doñana con desafecto. Se necesita política. Y es de ley reconocer que eso es lo que hace la Administración Juanma, política coherente, con pocas alharacas y –como la familia Hernández– orientada a la labor. En el caso de la familia política, un PP-A ya, aquí, sin la rémora de Vox, a la labor de solucionar problemas de forma posibilista, y qué otra cosa es la política.

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