Carmen Pérez

¿Cuánto daño puede hacer ese virus del demonio?

Tribuna Económica

31 de enero 2020 - 01:43

Como "el virus del demonio" se ha referido el presidente de China, Xi Jinping, al coronavirus que ha causado la muerte ya a 170 personas, mantiene cerca de 8.000 contagiados y se ha extendido por 20 países. Él confía en ganarle la batalla. El presidente de un país que le disputa la hegemonía mundial a EEUU no puede fallar en esto. Así que no le ha temblado el pulso y ha cerrado ciudades, paralizando el transporte terrestre, ferroviario y aéreo desde ellas, ha prohibido a su población salir de China, ha ordenado que se construyan hospitales en tiempo récord, ha prolongado las fiestas… Su poder autoritario le permite tomar rápido tamañas decisiones.

La situación supone un caso práctico real de lo intensamente conectada que está la economía mundial hoy en día y lo esencial de China en ella y ha querido el destino que coincida con la firma del acuerdo comercial con EEUU. Las noticias son espectaculares por la inmensidad de empresas implicadas. Numerosas líneas áreas, como Iberia o British Airways, suspenden sus vuelos a China y los hoteles facilitan que se cancelen las reservas; una larga lista de multinacionales (Starbucks, McDonalds, Disney, Ikea, Microsoft, Amazon,…) cierra establecimientos, ordena a su personal trabajar desde casa, suspende los viajes de sus directivos o los pone en cuarentena si han vuelto de China recientemente. Por su parte, el sector del lujo se resiente, con el cierre de tiendas allí y con las ventas mermadas en las que los chinos, en sus viajes al extranjero, gastan copiosamente.

No son buenas noticias para una economía mundial que se desacelera, la misma China ha crecido el último año al 6%, el menor dato en décadas. La tregua comercial y Alemania consiguiendo evitar la recesión habían dado tranquilidad, pero ahora se presenta este virus. Su impacto dependerá de su gravedad, de cuán infeccioso sea y de los meses de permanencia. De momento, la cuarentena se alarga y se amplía a otras ciudades. El golpe en el sudeste asiático, incluida Australia, será alto por su interconectividad y la importancia del turismo chino en sus PIB. Pero también el resto del mundo se ve afectado. Wuhan -el foco del virus- es un importante centro automotriz en el que tienen plantas, entre otros, Nissan, Renault o General Motors y en el que se fabrican multitud de piezas necesarias para fabricar coches por todo el mundo. Y cerquita está Foxconn, donde se ensamblan la mitad de los iphones que vende Appel.

Los mercados de valores occidentales, anestesiados por la política monetaria y en medio de un mar de resultados, no están reaccionando de forma violenta. Esperan a ver si el episodio se prolonga y agrava. En el recuerdo el síndrome respiratorio severo SARS de 2003, que afectó a 8.000 personas, mató a unas 800 y tardó medio año en evaporarse. Entonces el perjuicio económico fue importante mientras sucedía, pero posteriormente la economía consiguió recuperar gran parte. El coste estimado fue de 30.000 a 100.000 millones de dólares. A favor esta vez juega que Xi Jinping está siendo drástico y (al menos parece) transparente. En contra, lo demoníaco del virus, que contagia antes de que se manifieste.

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