El Brexit iba en serio: ¡Adiós Europa ¡ Tras la aprobación por el Parlamento Europeo de la Ley de Salida, por fin el Brexit es una realidad, aunque incierta. A partir del 1 de febrero el Reino Unido (RU) y de la Unión Europea (UE) empezarán a trabajar para definir y aprobar su relación futura comercial y financiera. El plazo es muy limitado: hasta el 31 de diciembre de 2020. Según Johnson, no habrá prórrogas. Un tiempo insuficiente para un acuerdo de tanta complejidad. En tan escaso tiempo sólo se podrá llegar a un acuerdo de mínimos. Probablemente, el acuerdo completo se realizará por fases, en varios años. El RU pretende participar en el Mercado Unico sin detrimento de su soberanía y autonomía normativa y con el control del tránsito de personas por sus fronteras. El RU quiere conseguir una alianza privilegiada, ambiciosa. Un traje a la medida de un país presuntamente excepcional y singular. Pero la UE mantiene que las cuatro libertades de mercancías, servicios, capitales y personas son indivisibles y que velará por la integridad del Mercado Único. El futuro acuerdo exigirá la armonización de la legislación y normas, en un marco de equivalencia que no altere la competencia.

El Reino Unido pretende conseguir una asociación económica similar al Espacio Económico Europeo ( Noruega, Islandia, Suiza y Liechtenstein), pero manteniendo su total soberanía legislativa y capacidad normativa, sin la aceptación de las políticas transversales, sectoriales, fiscales, sociales y medioambientales que rigen en la UE. Pero Bruselas no se conforma con una armonización normativa unilateral y exigirá que la capacidad normativa del futuro acuerdo comercial y financiero resida en la Unión Europea. No obstante, según las últimas declaraciones del ministro de economía del RU y del propio Johnson, no renunciarán a su capacidad normativa y legislativa en la configuración del acuerdo. La armonización no puede venir por la simple aceptación de las reglas de juego de la UE, lo cual pone de manifiesto las dificultades de la negociación. Será un acuerdo difícil y de resultados inciertos. Si se alcanzase un acuerdo de libre comercio con doble autonomía normativa se reducirá la incertidumbre y no habrá aranceles, tasas y cuotas, pero se implantarán exigentes controles aduaneros, requisitos logísticos y controles en frontera de los aspectos técnicos, sanitarios, fitosanitarios, de seguridad y medioambientales. La diferencia con un "no acuerdo" sería escasa.

España tiene una estrecha relación con el Reino Unido: 80.000 millones de euros de inversión en RU, 20.000 millones de exportaciones, 18 millones de turistas, un millón de ingleses con vivienda en España, 200.000 españoles residentes en le RU. El impacto del Brexit sobre nuestras empresas será muy importante. El 50% de las empresas españolas, de una encuesta a mil empresas realizada por KPMG, tienen relaciones comerciales o financieras con el RU. Los sectores más afectados son automoción, banca y seguros, agroalimentario, transporte, infraestructuras y turismo. Entre el 50% y 60% de las grandes y medianas empresas tienen ya su plan de contingencias para los distintos escenarios posibles. No podemos afirmar lo mismo de las pymes. El acuerdo de salida se ha firmado, pero el incierto impacto del Brexit se prolongará durante años.

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