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Nadie sabe nada, aunque lo simule, ni puede asegurar como será el mundo político, global o local en dos o tres años. Incluso en menos tiempo. La reciente lección de Afganistán, donde se preveía la victoria de los talibanes en tres meses y entraron en Kabul en tres días, pulverizó los plazos de previsión. El mundo gira enloquecido, deparando sorpresas impensables. Lo que hoy se da como garantizado podría evaporarse de inmediato.
Pongamos algunos ejemplos. No es imposible que pueda quedar fuera del poder el francés Emmanuel Macron, que se da por imbatible hoy; o reelegirse Donald Trump, que se da por condenado fiscalmente; hasta podría desacreditarse el gran Mario Draghi, sin duda muy consolidado y es venerado como la gran esperanza italiana frente al desgobierno; o no es descartable que Pedro Sánchez pierda la Presidencia en las próximas elecciones, aún habiendo conseguido la mayor ayuda europea que España tuvo en su historia y su mayor oportunidad de refundar el modelo productivo; o lo más impensable: no descarten que en República Dominicana hagan las paces a regañadientes los ex presidentes y ex amigos Danilo Medina y Leonel Fernández; a saber, el PLD, un partido ahora sin candidato, aliándose con un candidato sin partido. "Ojo con Leonel, no lo den por amortizado", nos advierten. La política es tan veloz que ahora un mes hay que considerarlo como medio plazo, un año es largo término y tres se parecen a la eternidad misma.
Definir el momento que estamos viviendo también exige rigor. Hay números relativamente positivos de empleo e inversión que en España hacen pensar que estamos en una recuperación de la economía; pero no perdamos de vista el análisis de Jordi Sevilla, ex ministro de Zapatero: a su juicio todavía no hay "recuperación económica" sino "recuperación de promedios económicos" anteriores a 2019. Y sólo a partir de ahí, estima, podremos empezar a hablar de recuperación. Si se aplica semejante finura analítica a otras realidades geográficas, no puede estar tranquilo nadie. Y menos, tirar cohetes de autosatisfacción como algunos mandatarios hacen.
Comenté en República Dominicana hace unos días, después de haber hablado con influyentes directores de medios y con numerosos profesionales y políticos, que era previsible la reelección presidencial en tres años del presidente Luis Abinader, que empieza ahora su segundo año de mandato. Muchas personas lo comparten pero un ex ministro me replicó con este análisis: "El dinero que manejarán en Europa por los fondos de recuperación, salvando las distancias en sus volúmenes y características, es lo que en América significan las remesas de los emigrantes. Como más de un millón de dominicanos recibían subsidios de Biden por la crisis del Covid y hacían llegar una parte a sus familias aquí, en cuanto se corten las ayudas, este mismo mes incluso, se caerán las remesas y el panorama se ensombrecerá". Vale lo mismo para Honduras, que aportó 750.000 ciudadanos a EEUU, o para el millón y medio de colombianos residentes allí; y así sucesivamente país por país. Estamos tan conectados que Biden cierra el grifo en su casa y se dispara la pobreza, y poco después la delincuencia, en medio continente. El que se atreva a hacer pronósticos que lance la primera profecía. Altísima probabilidad de error.
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