Confiar en nosotros es confiar en que todo saldrá bien", pregona desde la web de su empresa de coaching el peregrino que torció su Camino a Santiago para refugiarse a pie de las imponentes cordilleras, en la provincia argentina de San Juan, y zafarse así de la justicia española. Le bastó enmudecer la primera letra de su apellido, trocar H por F, para gambetear la orden de búsqueda y captura de la Interpol, pasar 11 años sin que le echaran el guante y dar el juego por acabado.

En este tiempo se ha reinventado. Bajó al país austral para convertirse en maestro, ser respetado entre el paisanaje y fijarse el crecimiento de las personas como su principal misión. Estableció su púlpito dominical en una emisora local de radio, desde donde repartía consejos sentimentales.

El político, más recordado que buscado, no ha permanecido escondido, sino que ha promovido su actividad profesional con pelos y señales, para hacerse sólo invisible en las redes sociales. De concejal fugado de la justicia española se transformó en polifacético consejero en el país con mayor número de seguidores de Freud por kilómetro cuadrado.

Ha llovido más de un cuarto de siglo desde que inició su andadura en Marbella, cuando recaló de la mano de Gil para convertirse en el alevín del gobierno del presidente del Atlético de Madrid. Ese grupo político, que en 15 años en el poder tejió el mayor nido de corrupción municipal y provocó la primera disolución de un Ayuntamiento de España, fue su escuela. En vísperas de la Expo 92 de Sevilla, ofrecía en folletos chicas y cervezas gratis para animar las fiestas que organizaba su delegación de Juventud y Deportes; ahora arremete contra la inmadurez de los hombres y reivindica los derechos de la mujer.

Su discurso se ha elevado. Aboga por el desapego no sólo de los bienes materiales, sino de procurar con sus enseñanzas alcanzar las cimas de un estado espiritual permanente para ser libres. Si en sus tiempos de candidato municipal andalucista prometía a los vecinos una paguita extra para mejorar la magra jubilación, ahora recuerda que al mundo venimos desnudos y que de igual manera nos marcharemos. Su prédica, mezcla rara de Zen y Elena Francis, pasa por la enseñanza, basada en su propia experiencia: "sólo quien ha aprendido a perder sabrá valorar lo que posee y a no olvidar que eso, también puede desaparecer".

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