Gumersindo Ruiz

Hacia la paz perpetua

Tribuna Económica

25 de abril 2023 - 01:33

Quizás seamos demasiado beligerantes ante la invasión de Ucrania; aunque nadie tiene dudas sobre las intenciones destructivas de Vladimir Putin y el cinismo de los que lo apoyan, el pacifismo se sostiene en un argumento de evitar sufrimientos, que no se puede ignorar. La muerte del premio Nobel Kenzaburo Oé nos lleva a una reflexión sobre el principio de la paz perpetua y la idea de Emmanuel Kant para construir una comunidad de naciones comprometidas con la paz, lo cual sólo es posible si todas las constituciones, como la de Japón, incorporaran un artículo básico de pacifismo, como una moralidad renacida tras las guerras y épocas oscuras de cada uno. Oé, pacifista comprometido, fue tremendamente crítico con su país, y lúcido sobre la ambigüedad del desarrollo de nuestras economías y sociedades y su proclividad a lo que llama "locura en el entusiasmo de destrucción" hacia fuera, y también dentro del propio país. Su obra la reduce modestamente a una contribución a la cura y reconciliación de la humanidad.

Sabemos que por muy probados que estén los crímenes de guerra, un acuerdo de paz hará imposible perseguir a los culpables; que las condiciones a Ucrania de mantener territorios ocupados y la amenaza militar son inaceptables; y que sin cambios en el poder en Rusia, Putin volverá a invadir, con excusas o sin ellas. Este poder podría verse afectado por la inmolación de su propio pueblo, pues el CSIC (Center for Strategic International Studies) calcula que desde 2022 han muerto 65.000 soldados rusos, más del doble que en todas las guerras que ha tenido Rusia desde 1979, incluida la de Ucrania hasta 2022. Frente a cualquier argumento, la moral pacifista exige que se detenga la guerra, con una compleja diplomacia sobre el papel de la OTAN; tira y afloja en las relaciones comerciales e independencia de suministros; y sigilo en la estrategia de defensa y desarrollo de tecnologías. Es vital el fortalecimiento económico y social de Ucrania y la recuperación de su población, importante también para países como Polonia, Alemania, o la República Checa, que acogen 3 millones de los más de 6 millones de ucranianos refugiados.

Tomando datos de EIU (del grupo The Economist), países que representan el 68% del producto mundial y el 36% de la población, condenan a Rusia o están inclinados hacia Occidente; los que apoyan a Rusia o tienden hacia ella son el 18% del producto mundial y el 33% de la población; y los neutrales el 14% del producto y 30% de la población. Esto indica que el 82% de la economía mundial es contraria o neutral ante la guerra, y el 18% la justifica; en población sería el 70% y 30%. Aunque la diferencia es apreciable, basta que alguien se deje llevar por la "locura en el entusiasmo de destrucción", para que se expanda un conflicto de mayor o menor alcance y duración, pero siempre con un sufrimiento insoportable. Decía Susan Sontang que no era el sufrimiento como tal lo que más temía, sino el sufrimiento que degrada; era en otro contexto, pero hay que recordar insistentemente la profunda degradación que la guerra supone para quién la sufren, en su carne y su espíritu, en el presente y en una memoria que ni la muerte borra.

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