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El mercado del voto, como cualquier otro, está estructurado en torno a segmentos y nichos. Los primeros son grupos homogéneos de consumidores (votantes) diferenciados del resto por características taxativas (hombres o mujeres; parados o empleados; jóvenes o mayores) o difusas (izquierdas, derechas o centro; ricos o pobres). Los nichos de mercado son subconjuntos del segmento con necesidades específicas, normalmente insatisfechas. Podría ser el caso del paro juvenil, de larga duración o de mayores de 55 años dentro del segmento de parados y si alguno fuese lo suficientemente atractivo desde un punto de vista electoral, el experto en marketing aconsejará propuestas concretas dirigidas a conectar con sus necesidades particulares.
El nicho de mercado se identifica con una parte del mismo donde existen necesidades desatendidas y, por tanto, oportunidades de captación de "clientes". No se accede a ellos a través de iniciativas dirigidas al conjunto del segmento y si las fronteras son tan permeables como las ideológicas, el marketing de los nichos de mercado puede tener una influencia decisiva en el trasvase de votos entre izquierdas, derechas y centro.
Mi impresión es que en la precampaña andaluza abundan los errores estratégicos. El primero es el de la pérdida de la perspectiva andaluza y, por lo tanto, de sus problemas específicos en el argumentario para la captación de clientes. Sería el caso de los méritos del Gobierno de España en la gestión de los problemas de los últimos años que esgrimen los socialistas o de la intención de Vox de utilizar a la Junta de Andalucía como plataforma para iniciar las reformas que necesita el país. Mi conjetura es que el marketing dirigido a los segmentos ideológicos del mercado (por ejemplo, desalojar a la derecha) es un recurso fácil, pero también de dudosa eficacia, especialmente en un caso de una frontera tan permeable como la ideológica. Lo mismo cabe decir de la estrategia de descrédito del oponente o del miedo a los extremismos. También de los mensajes de utilidad genérica, como la relación entre centralidad y estabilidad esgrimida por Ciudadanos. El problema en todos estos casos es que no garantiza el acceso a los nichos de necesidad, tan relevante, al parecer, en la explicación del trasvase de votos.
Los sondeos indican que la insistencia popular en la estrategia del cambio es una decisión acertada, aunque también menos fresca que hace cuatro años y menos rentable. Propuestas como bajar impuestos o cerrar chiringuitos arraigaron en nichos situados en las fronteras de los segmentos ideológicos y puede que todavía consigan atraer residuos de votantes proclives al trasvase, pero el nicho potencial para el PP podría estar limitado por la probable proximidad a la saturación y porque, de hecho, ya estarían instalados en él.
Las estrategias dirigidas hacia amplios segmentos del mercado del voto, pero desconectadas de los nichos de necesidad, desmovilizan, en mi opinión, al votante, aunque también es probable que los expertos en marketing hayan aconsejado aplazar la avalancha de propuestas hasta mañana, cuando formalmente comience la campaña y el fuego cruzado entre contendientes.
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