Bloguero de arrabal

Pablo Alcázar

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Abuelos y nietos

Los nietos nos han abierto las ganas de seguir viviendo y les han dado un nuevo sentido a nuestras vidas

Cuando llevo a mis nietos al Colegio, lo hacen también muchos abuelos. Calculo que entre un treinta y un cuarenta por ciento de los que vamos a llevar y recoger nietos asumimos con gusto esta tarea. Somos una generación todavía en buena edad para esta encomienda. A veces me paro a hablar con otros de mi misma condición y coincidimos en que no está mal ser de vez en cuando canguros de nuestros nietos. “Mira, para esto hemos quedado”, nos decimos los jubilados unos a otros, pero más con satisfacción que como queja. A nosotros, los que fuimos niños y niñas de la postguerra, nadie nos llevó al Colegio y muchos nacimos sin ni siquiera conocer a nuestros abuelos. La esperanza de vida de entonces no es la de ahora. Cuando yo nací habían muerto mi dos abuelos maternos y mi abuelo paterno. Solo conocí a una abuela, que también murió siendo yo adolescente. Los abuelos de ahora somos más activos, más mayores en edad que nuestros propios abuelos, pero más jóvenes en actitud. Por eso creo que los niños de ahora tienen la suerte de contar en su mayoría con los cuatro abuelos, de los que disfrutan mucho, entre otros motivos porque los canallas consiguen de nosotros ciertos caprichos que en su casa no pueden obtener. Es la constante histórica: la rigidez de los padres contra la permisividad de los abuelos. Ellos lo saben y lo explotan al máximo. El caso en que todos coincidimos en que los nietos nos han abierto las ganas de seguir viviendo y les han dado un nuevo sentido a nuestras vidas después de haber terminado el ciclo laboral. “Si hubiera sabido lo maravilloso que era tener nietos, los hubiera tenido a ellos primero”, que dijo Lois Wyse. El otro día un abuelo me decía que había conectado tanto con su nieto que el niño no era capaz de ir a ningún sitio si no era con él. Y me lo contaba con el pecho esponjado de orgullo. Ayer nuestro tema de conversación durante la espera fue ese abuelo de Huétor Tájar que ha matado a sus dos nietos antes de suicidarse. Bueno, no fue un tema de conversación. No encontrábamos palabras a la hora de comentar tal atrocidad. Eso sí, al salir nuestros nietos de la clase los abrazamos como nunca los hemos hecho. “Abuelo, que me haces daño”, dijo mi nieto pequeño cuando lo abracé.

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