La tribuna

José Perez Palmis

Adán al desnudo

DESPOJAR a la vida política de su envoltorio y verla sin rebozo ni doblez encierra más dificultades que levantar un elefante con una mano. Todos los días asistimos al arte de enredar los hechos sencillos, de lectura fácil y comprensión espontánea. A todo el mundo le da gusto estrenar un traje, a Camps, el presidente valenciano, y a quien sea. Este principio vienen negándoselo y verán como acaba despojándose de chaqueta y pantalón y revestirse como un asceta hindú, de taparrabos y media túnica. A mí me tiene dolido, y eso que no me he comido ni una rosca, el asunto ése del José Tomás, no el torero de moda, valiente y artista. Hablo del sastre de igual nombre y apellido que le tomaba las medidas, tanto de manga, tanto de entrepierna, al presidente valenciano, para vestirlo con elegancia, trabajo apacible y meritorio a simple vista si no fuera por el metepatas del demonio. Y así, de pronto, nuestro José Tomás hubo de comparecer ante el juez y sin bebérselo ni comérselo contarle la verdadera historia del cobro de la confección presidencial, de la vía de llegada del dinero, y ante el asombro de los españoles descubrir la existencia de billetes de quinientos euros y, además, en fajos, reunidos en montoncitos bien clasificados y sujetos, aclaración que ha provocado una histeria colectiva y llevado al partido de Camps, el PP, a negar los hechos, no la realidad de los billetes de a quinientos euros la unidad. Aquí hay mucha tela que cortar y al trajeado Camps, a los empaquetadores de los billetazos, Correa y Pérez, también conocido por El Bigotes, y a varios más, los han reunido judicialmente bajo la denominación de origen Gürtel, palabreja alemana designadora de correa, cinturón o ceñidor; y para acabar de arreglar la confección de las chaquetas y pantalones, han sumado facturas por un total de 121.000 euros. Todo no pasa de un artificio, repiten los jefes peperos. En todo este follón, rompo mi lanza por el sastre Tomás, cuya ocurrencia de contar lo que vio le ha valido ir al desempleo. Qué caro resulta a veces el precio de la verdad, de torear sin tapujos y despreciar las cornadas.

La política tiene mucho del arte de birlibirloque, de pronto nada es verdad ni mentira, todo depende del color del cristal con que se mira. Hace semanas, por emprenderla a tiros con los jabalíes al lado del juez Garzón, el ministro de Justicia Juan Bermejo hubo de colgar las botas. Menudo griterío le armaron las escuadras del PP. Entre tiro y tiro, ¡Dios sabe de qué hablarían! Pues poco después el presidente del Tribunal Supremo de Justicia de Madrid canta una verdad como un templo: que durante una cena entre cucharada y cucharada había hablado del Gürtel con Granados, el consejero de la Presidencia, de Madrid. La Aguirre y los demás jerarcas se apresuraron a negar paralelismos con el tiroteo a los jabalíes. Santa palabra.

En el momento justo de hacer las maletas para desaparecer durante la Semana Santa va Zapatero y arma un bochinche de no te menees llevándose a Madrid de vicepresidente a Manuel Chaves. Las camisas, los calcetines, las cremas y todos esos objetos reventadores de las valijas formaron una masa confusa ante el frenesí de las noticias, los rumores y los teléfonos móviles. Todos agarrados fieramente al sillón miraban atónitos el vendaval político, metiéndose piedras y pesas en los bolsillos para no salir volando. Y el remate llegó con el nombramiento de Griñán como nuevo presidente andaluz. Inmovilizado por el cruce de cargos, al PP le dio por el mareo de unas elecciones andaluzas, despojando de facultades y funciones al Parlamento, ellos, de tan exquisita ortodoxia, cuestionaron las atribuciones claras y limpias de la máxima representación andaluza a la hora de elegir al presidente de los andaluces. Rajoy o Arenas, ¿quo vadis? Los cambios deben celebrarse, aunque sea desapasionadamente. El mismo Arenas ha cambiado la chaqueta por una cazadora y nadie le echa en cara nada. Al frente de sus votantes, cuando callejea por el empleo, aparece con la imagen renovada, fuera chaqueta, fuera corbata, que el proletariado también tiene su vestimenta peculiar. Hombre de tesoros ocultos, posee el talismán anticrisis, al contrario que Chaves antes y que Griñán ahora: y nadie se molesta por eso. Cuando el hombre propone, el Parlamento dispone, y a respetarlo.

Durante unas copas en un bar, un contertulio defendió la hipótesis del envío de un telegrama a los nuevos cargos de la política acompañándoles en el sentimiento, y dejarles la enhorabuena para la salida, porque a lo largo de su mandato les caen chuzos por todos los lados. La crisis tiene especial empeño el PP en hacerla propiedad socialista, en Andalucía y en España. Silencia por completo su dimensión mundial. El apedreamiento pepero le va a venir por ahí, pero Griñán es hombre tranquilo, de mucha cintura política y sabrá estar y aprovechar las expectativas despertadas con su nombramiento. Sabe que la crisis durará más que una estera vieja y que liquidarla es obra de todos. Para empezar le pediría una cosita: reelaborar la función pública, la Administración, y lograría el éxito de los éxitos; que funcione en tiempo real, que las soluciones y ayudas aprobadas hoy lleguen hoy a los empresarios y ciudadanos. Siglo XXI para todos.

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