Adelgazar la Administración

La Administración pública padece obesidad mórbida. Con dieta y ejercicio no basta, necesita del bisturí

Existen decisiones políticas consideradas imprescindibles para la mejor marcha de la Administración pública, cuya necesidad se oye repetir año tras año sin que ningún gobernante, sea del signo que sea, se atreva a tomar las medidas oportunas. Un caso llamativo es el de la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres para trabajos similares. Tal vez se prefiera la queja permanente y utilizarla demagógicamente, porque la solución parece fácil. Con un Gobierno tan dado a recurrir al decreto-ley, bastaría con dictar uno más en el que se fijase una fecha para que el problema desapareciera y si algún empresario no lo cumpliera, caería sobre él el peso de la ley.

Las quejas se eternizan en muchos casos, como esos enfermos que nunca están mal del todo, pero viven en un lamento permanente. Marañón los definió como de metabolismo bajo que siempre estaban quejosos, pero nunca realmente enfermos. Es lo que vulgarmente se dice tener una mala salud de hierro. Aprovechando el símil, algo así le pasa a la Administración pública española, lo que enlaza directamente con la apreciación de Bismarck acerca de la incapacidad de España para autodestruirse por más que lleve siglos intentándolo.

Llevamos cuarenta años escuchando la necesidad de adelgazar la Administración pública, la dudosa utilidad del Senado, la duplicidad de funciones, el papel de las Diputaciones provinciales, la carga insoportable de las autonomías, la administración paralela… Los expertos independientes dicen una cosa, pero los responsables no se dan por aludidos. Recomiendan tomar medidas que ningún gobernante asume. De la misma forma que la pela es la pela, dirán, el voto es el voto, no hay duda, y de ello se mantienen en el cargo. Sumen cientos de miles entre asesores, recolocados y paniaguados varios, añádanle cónyuges, hijos, padres, sobrinos y cuñados, y las cuentas no salen. La Administración pública no está engordada, sino que padece obesidad mórbida. Con dieta y ejercicio no basta, necesita del bisturí, pero ningún cirujano se atreve a utilizarlo por miedo a ser denunciado por los familiares del enfermo. El mes de agosto, en el que siguen funcionando hospitales, transportes y otros muchos servicios públicos, a pesar de estar más de la mitad de los españoles de vacaciones, demuestra que no hace falta tanto, pienso, sino que sobran estómagos que estarán eternamente agradecidos.

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