Adiós pablo adiós

La centralidad necesitaba otra fisonomía, otra imagen, otro esfuerzo por convencer a una sociedad que ansía el cambio

No es hora de vender tu alma al diablo por no se qué desencuentros y hastíos. No es hora de asistir a otro episodio de luchas palaciegas o guerras sin cuartel. No es hora. Ni es justo. En el desenlace, se van muchos esfuerzos y motivos para nunca sentirse compensado. Por ello hoy que muchos nos debatimos en la duda de renunciar a tus ideas para frenar una caída libre y en vacío, hoy que nos asaltan dudas acerca del camino a elegir, hoy más que nunca alabo a quienes dejan el puesto libre sin una censura, sin una crítica. Sólo pensando en la importancia de las ideas.

Por imperativo de edición, escribo esto hoy sin apenas saber si el viernes, cuando se publique, las figuras del cuadro ya no serán las mismas, si serán otras, si finalmente se aferró al sillón, si rabió una y otra vez sobre el fatal desencuentro y sus autores. No lo sé, y a pesar de ello, tomo el riesgo de escribir lo que escribo.

Algo debimos aprender de la elegancia de Mariano Rajoy. Al menos, lo de despedirse sin dar un portazo. Son apenas las dos de la tarde del miércoles y Pablo Casado no lo hizo mal. Abre la puerta a la despedida, recuerda a los españoles que construyeron con coraje una democracia frente a muchas amenazas como las que hoy asolan y aquellas que nos dejaron de jóvenes sin dormir. Habla de superar enemistades, de pacto constitucional, de lealtad y gratitud, de concordia y reconciliación, de libertad y prosperidad, de centralidad, de los padres de la Constitución que ocuparon ese espacio, del bienestar, de principios, de valores.

Me agradó la música. Aunque sólo fuera para decir adiós. No. No soy sospechoso. En mis reflexiones, siempre dispuse de esas siglas para otra persona con distinto carisma. Es una reflexión recurrente. Viene de lejos. No creí en su mensaje, en su día a día, en su capacidad para convencer, para aunar, para equilibrar fuerzas y luchar contra quienes pretenden destruir lo que con tanto esfuerzo logramos componer. La centralidad necesitaba otra fisonomía, otra imagen, otro esfuerzo por convencer a una sociedad que ansía el cambio para perdurar en sus valores.

No todo debe ser política. A pesar de que siempre esperé el adiós, le reconozco la gallardía de hacerlo y sus palabras para el recuerdo. Adiós Pablo, adiós. "Nuestro deber es devolver la tranquilidad a nuestros mayores, la esperanza a nuestras familias y la ilusión a nuestros jóvenes. Porque es el futuro que merecen nuestros hijos y que debemos construir todos juntos".

Bonito mensaje Pablo. Ahora, cerrar la puerta. En silencio. Sin hacer ruido. Pero con dignidad. Con mucha dignidad. Como la de tu mensaje. Adiós Pablo. De verdad, que te vaya bonito.

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