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El mundo de ayer
Nadie ha visto una de las pinturas más famosas de Leonardo, un fresco, y tal vez el misterio alimenta su atractivo, como ocurrió con la Gioconda. De ella sobreviven sólo copias parciales, como un dibujo de Rubens cuya complejidad quita el aliento. Es la batalla de Anghiari.
Anghiari fue uno de los muchos enfrentamientos entre los poderes rivales por el control del norte de Italia, y fue Florencia quien venció en esta ocasión al Ducado de Milán. El encargo de la obra vino, naturalmente, de Florencia, del confaloniero Pier Soderini, y debía ocupar un lateral del Salón de los Quinientos, en el Palazzo Vecchio. Frente a él debía figurar otro fresco, este de Miguel Ángel, de nuevo una batalla, la de Cascina, y de nuevo una pintura que sólo podemos conocer por copias: dos grabados y un óleo.
No es ni siquiera una pintura, o eso creen los que dicen que Leonardo nunca la terminó, o que nunca la empezó siquiera. Un informe de 2020 asegura que el maestro, cuyo carácter obsesivo y metódico le impedía pintar frescos sin problemas, nunca posó su pincel en el muro, y que lo que muchos afirmaron ver en él fue uno de los grandes bocetos preparatorios, enmarcado por quienes encargaron el trabajo.
Quienes dijeron demostrar con su informe que Leonardo nunca pintó la pared asignada lo hicieron, sobre todo, para bajar los humos de quienes pensaban o querían pensar lo contrario; a mí, aun siendo mentira, su imagen me fascina: se trata de un fresco ejecutado, pero oculto. Según esta hipótesis, sobre el leonardo se pintó, dejando una pequeña cámara de aire, otro fresco, que hoy sí podemos ver, pintado por Vasari. Es otra batalla, la de Marciano, en la que Cosimo de Medici derrotó a Siena, su último rival por el dominio de la Toscana.
De este modo, al misterio de la pintura de Vasari, a su ficción hecha verdad, se suma otra ficción, otro fantasma, un misterio invisible. ¿Quién destruiría un vasari para hallar, quizás, un muro desnudo? ¿Quién podría desanudar este nudo, conseguir lo imposible? Retirar el muro intacto, rescatar la historia oculta, romper sin que se sienta la ruptura.
Esta batalla sobre batalla, este irremediable acertijo, me recuerda a otro misterio, a otras batallas sobre batallas, inacabables, absurdas, libradas a orillas del Jordán. Tal vez lo veremos siempre. Quién sabría disolver la ira y la sed de venganza, derribar los muros, despejar la incógnita. Quién podría borrar las batallas, volver atrás y comenzar de nuevo.
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