Annual

Cien años después, deberíamos dejar de lado nuestra complacencia en las desgracias nacionales

En los próximos días se cumplirán cien años del desastre de Annual, un acontecimiento de infausto recuerdo ante el que deberíamos dejar de lado nuestra acostumbrada complacencia en las desgracias nacionales, esa rara forma de masoquismo que nos caracteriza, para recordar con piedad y respeto a los miles de españoles que fueron masacrados entre la toma de Igueriben y la capitulación de Monte Arruit, durante las algo menos de tres semanas en las que los guerrilleros de Abd el-Krim asestaron un durísimo golpe a las tropas coloniales. Aún hoy impresiona la magnitud del descalabro, agravada por el hecho de que los cadáveres, en muchos casos salvajemente mutilados, quedaron insepultos. De la experiencia de los soldados hablaron narradores contemporáneos que habían conocido de cerca la guerra del Rif, como Ramón J. Sender en Imán, José Díaz Fernández en El blocao y Arturo Barea en la segunda parte de La forja de un rebelde. O en otro sentido el legionario y futuro falangista Luys Santa Marina, que dejó en Tras el águila del César una brutal e impresionante "elegía del Tercio". Las cuatro son referencias ya clásicas de una bibliografía a la que recién se ha sumado la obra póstuma de Jorge M. Reverte, El vuelo de los buitres, un recuento exhaustivo que no renuncia a recoger la visión rifeña de los hechos. También Manu Leguineche dedicó un valioso reportaje a la tragedia, pero en los últimos tiempos ha sido Lorenzo Silva, en obras como la novela El nombre de los nuestros, el libro de viajes Del Rif al Yebala o el ensayo Siete ciudades en África, el escritor que más ha frecuentado los escenarios de esa guerra y en general la historia del antiguo Protectorado. Con razón se ha señalado la relación entre la derrota de Annual y el inicio de la dictadura de Primo, que detuvo la atribución de responsabilidades contenida en el famoso Expediente Picasso, y la no menos evidente entre la oficialidad africanista y la plana mayor del bando sublevado en la Guerra Civil, pero en las campañas que culminaron en el desembarco de Alhucemas participarían también notorios republicanos como Fermín Galán o Ignacio Hidalgo de Cisneros. El propio coronel que reconquistó Annual, Pozas, luego general, se enfrentaría tras la insurrección a Mola y Sanjurjo. Y otro general, José Aranguren, reivindicado por el mismo Silva en Recordarán tu nombre, desoyó la llamada de su compañero de armas en Marruecos, Goded, fusilado tras el fracaso del golpe en Cataluña, para mantener su juramento de lealtad a la República. Al término de la contienda, su paisano Franco, informado de que no podía mantenerse en pie, sugirió que lo ejecutaran atado a una camilla.

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