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Ala cenicienta de las tierras españolas, de cara a sus votaciones del 19 de junio, esta vez le cayó en suerte convertirse en antesala de las próximas elecciones generales. Como consecuencia, los políticos andaluces, y visitantes, empezaron su campaña resaltando, hasta la saciedad, que estas elecciones importaban sobre todo por ser un banco de ensayo, experimento o anuncio, para prever lo que sucederá en la próxima disputa electoral para gobernar España. Esta insistencia escondía una faceta bastante humillante, ya que situaba el desenlace de las votaciones andaluzas en mero espejo previsor de algo más importante. Aunque en parte se haya rectificado, aquel énfasis ya reconocía que era más fácil, en estos momentos, y para casi todos los partidos, debatir sobre cuestiones de la situación española que hacerlo, en profundidad, enfocando solo cuestiones claves andaluzas. Porque este último hábito parece haberse perdido.
Por eso interesó, en principio, dar a las elecciones del 19 de junio esa lectura añadida de antesala, aviso y premonición. Pero, sobre todo, la anterior maniobra de confusión puso al descubierto la dificultad que arrastran casi todos los políticos andaluces, sean del partido que sean, para articular un discurso que incluya una idea de Andalucía y sus consecuentes propuestas políticas, económicas y sociales. Por lo pronto, hasta estas alturas de la campaña, si se analiza lo pregonado, por unos y otros, no es muy esperanzador. A lo que cabe añadir otra malévola sospecha: no será también esa misma insistencia en que se está recurriendo a proclamas moderadas, dentro de un tono bien templado, una mera táctica para eludir que se quiere decir poco porque se tiene poco que decir. Sin embargo, los problemas candentes están ahí a la vista de quien sepa leer unas estadísticas comparativas andaluzas, españolas y europeas. Si hay una sociedad que necesite ser movilizada es la andaluza. ¿Pero dónde encontrarla? Lo más fácil es sustituir el discurso por la imagen.
Y así, en estos días, pasada la temporada primaveral de ferias, le ha llegado el turno al Rocío, con los candidatos presidenciales rodeados de obispos, canónigos y caballistas. Exactamente igual que hace un siglo. Para algunos políticos, este tipo de fotografía debe ser rentable en votos, pero también avergüenza a otros muchos andaluces. De todos modos, la mayor preocupación no debe recaer en las elecciones del 19 de junio, sino en los discursos clasificatorios sobre las autonomías del Círculo de Economía, en Barcelona. A Andalucía quizás la desciendan a simple comarca.
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