Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
HACE setenta y cinco años de la muerte de Machado, "ligero de equipaje, como los hijos de la mar", en una lúgubre pensión de Colliure, donde había llegado junto a miles de refugiados en la diáspora republicana de los últimos días de la Guerra Civil. Es un buen momento para releer su poesía y su prosa. Comprobaremos que, como suele ocurrir con los clásicos, su obra parece haber sido escrita ayer. En el caso de Machado, resulta además que su pensamiento continúa siendo pertinente para entender la España de hoy. En primer lugar, su brutal integridad personal. Cuando a cualquier político autonómico se le descubre una millonaria cuenta en Suiza sin que apenas nos alarme pues es sólo un eslabón más de una larga cadena es buen momento para reivindicar al hombre bueno, "en el buen sentido de la palabra bueno", esto es, el que podría actuar de otra forma, pero entiende que esa es la mejor manera de pasar por la vida, tanto para él como para sus semejantes. También el respeto por lo demás, cada vez más infrecuente en una sociedad en la que apenas se hacen esfuerzos por ponerse en el lugar del otro. Frente a los intentos de imponer la verdad de cada uno, o la verdad oficial a través de cualquier medio, encontramos a Machado: "¿Tu verdad? No, la verdad; y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela".
Pero, si el mensaje ético es actual, no lo es menos su mensaje regenerador de España. Como buen noventayochista, a Machado le duele España. Ese dolor es el mismo que muchos sentimos hoy, en otro momento histórico de crisis existencial, aunque no seamos capaces de explicarlo con su sencillez y profundidad. Ahí sigue indeleble la "España de charanga y pandereta, devota de Frascuelo y de María", tan útil siempre para adormecer conciencias, aunque ahora se llamen Sálvame Deluxe o Cristiano Ronaldo. Y ahí está la España que "ora y embiste, vieja y tahúr, zaragatera y triste". Basta detenerse ante una de esas infames tertulias de las noches televisivas para comprobar cómo se embiste con pelotas de goma entre oración y oración.
Pero Machado no perdió nunca la esperanza, y no debemos perderla. Frente a esa "España que bosteza" entre partidos de fútbol y programas del corazón existe un "español que quiere vivir, y a vivir empieza", un españolito que no está dispuesto a permanecer pasivo y no acepta que privaticen hospitales o el agua, o que cambien leyes perfectamente asentadas en la sociedad para satisfacer a una minoría poderosa, y se rebela frente a todo ello. Es la "España de la rabia y de la idea".
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