Ignacio del Valle

Arena y cal

Con la avalancha de 'baby boomers' jubilados vamos de cabeza a una sociedad de pensionistas ociosos

Así anunciaba el Patronato de Turismo de la Costa del Sol en los años noventa: Arena y cal. Pueblos blancos y playa. Entonces, ya circulaba un conato de turismofobia a la orilla del mar. Lo de confundir hospitalidad con servilismo y otras interpretaciones de genuino orgullo ibérico. Al turismo hoy se apunta todo quisqui y en especial los países desarrollados. Fíjese: Los franceses han sido los primeros en liarse la mascarilla a la cabeza para facturar euritos peludos y veraniegos a la remanguillé. No se trata de bendecir a todos los visitantes, en especial a esa carne de coma etílico y despedida de consciencia (aparejada al estado civil) con un cipote en la cabeza que son los adioses a la soltería. La cesión del centro histórico de Cenacheriland al terraceo con precios sólo asumibles por los guiris, tiene poco remedio a corto plazo y es un mal compartido por muchas capitales, consuelo de tantos tontos. Pero al turismo otra sonrisa. Por unas decenas de descerebrados no vamos a desmerecer a miles de visitantes con ganas de disfrutar de la espetera cultura mediterránea. El plan de la Carcasona del Parque acerca de la descentralización sostenible del turismo en nuestra ciudad, en cristiano: diluir y regar los cruceristas por siete rutas incluso hasta El Palo, parece buena estrategia para amplificar los euritos calvos de los cacareados fondos Generation Next. A ver si nos desacomplejamos de una vez, somos líderes en una industria rentable y no se enfocan todas las inversiones en la saturada almendra museística histórica. Con la avalancha de baby boomers jubilados, que es un fenómeno demográfico europeo, vamos de cabeza a una sociedad de pensionistas ociosos. Además, rechazar el turismo tiene incluso matices clasistas. Es una conquista social consecuencia de las vacaciones pagadas de los años treinta, entonces el disfrute de viajar solo se lo podían permitir los ricos, lo normal vacaciones en el pueblo. Ya en los ochenta con un poco de fortuna de clase media se podía conocer mundo con InterRail mochilero. El concepto romántico y peliculero del chachachá del tren. Hogaño apuntamos al turismo maná de alto poder adquisitivo. La realidad nos lleva la contraria: vuelos de bajo coste, apartamentos turísticos y a disfrutar del destino con el móvil en la palma de la mano. Conexión a internet y listos para perderse con una agradable sensación de seguridad. Al regreso una bonita colección de selfies.

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