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la tribuna

Ignacio Trillo

El Aula del Mar, en peligro de extinción

SE iniciaba septiembre de 2008 y una de las satisfacciones con las que me marchaba, tras cesar como delegado de la Junta, era pensar que había asegurado el futuro de ese modélico proyecto cooperativo, y de cooperación internacional, ambiental y marina: el Aula del Mar, nacido en Málaga y con trascendencia al litoral alboránico, andaluz, y mediterráneo en sus aguas y orillas de norte a sur.

Obligado por el fin de su eterna provisionalidad -que ahora ya cuenta con fecha fija de caducidad- en la antigua Cofradía de Pescadores, esa unidad, museo con educación ambiental y recuperación de las especies marinas amenazadas, quedó afianzado con la aprobación y adjudicado de su armónica partición para dos espacios distintos pero acordes con sus fines.

En el muelle dos, dentro del Plan Especial del Puerto, iría la parte museística y educativa. Para ello, se adjudicó a la empresa estatal pública, Tragsatec, la interpretación museística que sufragaría Medio Ambiente de la Junta. La Consejería de Obras Públicas costearía el edificio dentro de las inversiones del Palmeral de las Sorpresas. Y para el proyecto museístico sería Epsa, la empresa pública de suelo de Obras Públicas de la Junta, la que financiaría su ejecución.

El museo se diseñaría para impacto ciudadano por la calidad del espacio a ubicarse: centro histórico y puerta de entrada a la ciudad por el mar, además del turismo crucerista en auge. El edificio iría exactamente sobre la misma parcela que ocupaba el anterior silo cerealista portuario al objeto de aprovechar el valioso sótano que albergaba. En ese subsuelo se interpretaría el mar de Alborán, ecosistema singular sin parangón universal por ser encuentro de un mar abierto, el Atlántico, y otro cerrado: el Mediterráneo, con la sensación para el visitante de hallarse sumergido en el interior de sus aguas. Sus especies de flora y fauna estarían presentes, envueltas en un formato de alegorías picassianas, en esa fusión que se pretendía establecer entre la naturaleza medioambiental, marino-alboránica, y la cultura pictórica malagueña y universal, en reconocimiento a ese niño prodigio que naciera en la Plaza de la Merced, y cuyos primeros cuadros fueron precisamente sobre nuestra bahía, cuando comenzó firmando como "P. Ruiz" antes de emprender la diáspora geográfica.

Para agrandar la atracción del museo, en la parte alta del mismo inmueble se situarían las instalaciones del Aula del Mar sobre educación ambiental y los valiosos elementos que yacen en el actual museo-acuario que la citada cooperativa mantiene en Agustín Heredia.

En este mismo espacio, se dispondrían de salas formativas sobre nuestro medio marino para escolares, pescadores, trabajadores de piscifactorías y otros colectivos relacionados con el mar, a la vez que sede del voluntariado litoral donde Málaga es, asimismo, pionera. Es más, tras consultas jurídicas quedó perfilado los imperativos legales sobre las condiciones del pliego para su adjudicación y la fórmula de exención por compensación de prestaciones para el canon correspondiente.

De lo programado y acordado, si te vi no me acuerdo. Tres años después, las alarmas se han encendido porque no se ha hecho casi nada, o todo lo contrario a lo previsto, y se teme por el futuro del Aula del Mar y sus 22 trabajadores. En el mismo sentido, se ha tirado por la borda el material museístico elaborado sobre el mar de Alborán.

Con la excusa de filtraciones en el cajón del subsuelo del extinto silo, en vez de restaurarse o subsanarse -pocos metros más allá se ha construido un macro aparcamiento para coches, profundamente soterrado y con las correspondientes impermeabilizaciones de rigor-, se ha puesto sobre ella una plancha de hormigón ligero que lo ha hecho desaparecer para su uso, quedándose el espacio museístico a emplearse enormemente disminuido, a la vez que la planta que emerge en superficie no puede ser cargada, por medidas de seguridad, con acuarios ni de mediano tamaño. Nunca mejor dicho: la obra realizada, por aminorar tanto su coste, ha significado una espiral de despropósitos en la que el pez se llega a comer su cola y demás órganos vitales. Es más, el segundo edificio requerido para exponer las actuaciones de conservación de las especies marinas en Andalucía va a ser destinado a otro fin sin que esté suficientemente definido aún.

En cuanto al Centro de Recuperación de Especies Marinas Amenazadas (CREMA), que tan loable y longevo balance ofrece, conseguido que no fuera trasladado a Almería o Algeciras, fue adjudicado su proyecto y ejecución a Egmasa, empresa pública ambiental andaluza. Su ubicación iría en una parcela patrimonial de la Cuenca Mediterránea Andaluza, sita junto al Paraje Natural de la Desembocadura del Guadalhorce. Fue avanzado su anteproyecto, contactado con el Ayuntamiento para el plan de urbanización exigido por la LOUA. También, comprometido el traslado de la instalación eléctrica que Endesa mantenía en la misma y que correría a cargo de la obra de la ampliación del aeropuerto de Málaga. De aquello aprobado nada ha llegado a buen puerto ni a desembocadura alguna. De ahí que la entidad que debería continuar su labor en pro de la preservación de las especies marinas amenazadas se encuentre en severo riesgo de extinción.

Estamos aún a tiempo, se puede salvar el Aula del Mar si finalmente responde la ciudadanía y prevalece el sentido común entre las administraciones. Málaga no puede consentir su desaparición.

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