La chauna

José Torrente

torrente.j@gmail.com

Un, dos, tres...

Es la subasta del poder en la que se están ofreciendo los más inverosímiles escaparates... y sus disparates

El paisaje político ha quedado italianizado, de parecida estampa a la que presentaba Italia en las últimas décadas del siglo XX. Cualquier imposible previo podría resultar posible al final. El Gobierno del desgobierno. Una locura sin parangón ni raciocinio mínimo. Los pactos eran de cualquier sesgo, entre postores distintos y con ideas distantes, buscando ir contra el enemigo común más que a favor del progreso colectivo.

En el Un, Dos, Tres... de la política, el show está servido sin que lo remedie lo ético y estético, lo razonable por encima de lo irracional. Chicho nos lo anticipó en aquella imaginativa TV. Premonitorios fueron sus calculadas ofertas a los concursantes para elegir la azada del hortelano y evitar la faja de la lagarterana; quedarse con el cachirulo del maño, o con la tarjeta que iba escondida en el capote del Pulga y el Linterna. La pugna era por llevarse lo máximo habiendo puesto muy poquito. Hoy los políticos someten a subasta el premio que llaman pacto. Pactar es lograr el apartamento en Torrevieja o el coche último modelo. Agarrar el éxito de gobernar perdiendo las elecciones, pero habiendo "ganado" en urnas la llave que todo lo abre.

Como Mayra, nos dicen "hasta aquí puedo leer", mostrando el único punto de su programa: mandar. El cebo que proponen unos para impedir que gobiernen los otros. Los electores somos los invitados asombrados, espectadores exhaustos de tanta comedia, aniquilados por tan cansina interpretación de sainetes a diario.

Ser la llave del pisazo del gobierno es hoy más decisivo que importante es el programa que se pacte. Sabemos que de lo pactado a lo cumplido habrá tanto trecho como acechos tuvo la oportunidad misma. Estamos en un concurso entre partidos políticos y egoísmos al cuadrado. Negociadores imitando a Antonio Ozores y a aquel Juan de La Cosa de Garó, ¡uuh! Hacen apuestas por ver quien enreda mejor, quien exprime más al ganador o quien recoge más nueces del viejo nogal patrio.

Es la subasta del poder en la que se están ofreciendo los más inverosímiles escaparates... y sus disparates. Esa miel que regalan los partidos grandes a los más chicos para evitar que gobierne el gran rival. La promesa de un tiempo dorado, un melón cerrado, el hórreo en propiedad, un camión de rábanos... la engañifa con la que pretenden endilgarnos a doña Ruperta, la insigne calabaza que se queda el perdedor.

Hasta el próximo sábado que, como las Super Tacañonas, gritaremos: ¡campaaana y se acabó!

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