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Bajarse al moro es una película española argumentada sobre una obra de teatro de José Luis Alonso de Santos de 1985. Utilizo el título porque me parece muy ilustrativo en relación con los comentarios que me sugieren este nuevo sainete en el que el Gobierno de Sánchez viene convirtiendo las relaciones entre España y Marruecos. Los acontecimientos que se vienen sucediendo desde el grave error de política exterior que protagonizó entonces la ministra del ramo, González Laya, cuando acogió en España al líder del Frente Polisario Brahim Ghali, se sitúan entre la parodia y el drama, dos géneros teatrales que encajan perfectamente con el autor y la compañía que los protagonizan, que no son otros que el Gobierno y su presidente.
Solo conociendo someramente la idiosincrasia de nuestros vecinos marroquíes (tengo buenos amigos entre ellos), se puede advertir lo fácil que les está resultando someter a nuestro Gobierno al vaivén de los intereses políticos, económicos e incluso territoriales de Marruecos. El último episodio de la parodia que ha protagonizado la compañía de los 12 ministros en la Reunión de Alto Nivel en Marruecos, nos ha dejado a los españoles una sensación de humillación y honda preocupación.
La enfermiza vanidad de Pedro Sánchez está situando a España al borde del ridículo. Ya lo dijo el ingenioso Tarradellas: "En política se puede hacer de todo menos el ridículo". Nada hay más ofensivo para la mentalidad alauita que los interlocutores no tengan el mismo rango. Frente al Rey Mohamed VI solo cabe la interlocución del Rey de España, aunque sus funciones constitucionales tengan una diferente dimensión. El secuestro al que está sometido nuestro Rey Felipe VI en el ámbito exterior, está causando graves perjuicios al Estado en todas nuestras áreas de influencias internacionales.
De la lectura de los 74 puntos del rimbombante Acuerdo que han firmado los gobiernos de Marruecos y España, lo único destacable es que se ratifica el giro que el presidente del Gobierno español, bajo su exclusiva y personal responsabilidad, dio a la tradicional posición de España sobre el Sahara a favor de los intereses marroquíes y además que una vez más, tira del bolsillo de los españoles, para regar con 800 millones de euros a la monarquía alauita.
Pero lo más sorprendente de este encuentro es que se renuncie a la defensa de nuestros intereses territoriales y soberanos para no ofender a quien de una forma directa o indirecta nos viene ofendiendo permanentemente, con sus reivindicaciones sobre Ceuta y Melilla a nivel internacional junto al acoso permanente sobre ambas fronteras, a través de su asfixia económica y la presión migratoria. ¿Desde cuándo defender nuestra soberanía es ofender a quien pretende violentarla? Si el compromiso que dicen haber adquirido tiene el mismo valor que el de la "carta personal" de Sánchez al Rey de Marruecos para decidir sobre la soberanía del Sahara, me parece lógica la preocupación de mis paisanos melillenses y ceutíes después de esta teatral e inservible reunión.
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