La lluvia en Sevilla

Balance

2022 ha traído una ciudadanía cada vez más comprometida y crítica con las narrativas dominantes

Apunto de desplumar la última página del 2022, hacemos balance. Es tiempo de las listas de lo mejor del año en libros, series, películas, música (autobombo: lo peta el álbum Tercer cielo, de Rocío Márquez y Bronquio, que tantas alegrías me ha traído). Es tiempo de resúmenes informativos, de balances y monsergas presidenciales. También de propósitos que incumplir y de promesas fervorosas de año electoral. En estos días, en nuestra mente se configura una puerta, un umbral lisérgico que atravesaremos con la boca rezumando uvas.

Hay una tendencia imperante en los balances de la cosa pública: son casi exclusivamente economicistas. De este modo, el dinero acaba justificando cualquier cosa. De la Agencia Espacial se destaca que sea rentable más que el hecho de que diversifique la actividad e innove. Y del turismo y de la natalidad y de la universidad y de la final de la Liga Europa y de una plaza de garaje y de la Semana Santa. Que cuánto ha dejado. Que qué caja se ha hecho. Inversión, amortización, beneficio. Leerlo todo en clave crematística distorsiona la realidad, empobrece la perspectiva, y su fin es capaz de justificar demasiadas cosas. Sevilla no es mejor por estar entre las diez más económicas de Europa para viajar (la octava, concretamente), sino por si dispone o no de banquitos, fuentes y columpios, un ambulatorio a la vera, calles frondosas, el patrimonio histórico bien conservado o una mentalidad abierta e inquieta, entre otras cosas. No hay farolillos que valgan cuando se dispara la ingesta de pastillas para dormir porque vivimos empantallados. La economía es la base, pero no el eje para una mejor vida.

Hago balance del año de una ciudad decidida a seguir latiendo, en la que afectan las acciones e inacciones de diversas administraciones, pero también la iniciativa privada y, sobre todo, la forma de vida de su ciudadanía. 2022 ha traído una ciudadanía cada vez más comprometida y organizada, crítica con las narrativas dominantes. También ideas de actores privados que, en lo pequeño y cotidiano, le están dando la vuelta al marcador. Basta escuchar las iniciativas de gente cercana para intuir que estamos buscando formas creativas y conscientes de desarrollarnos. No todo es más de lo mismo.

En lo personal, repaso las notas de una agenda cada vez más lenta y entusiasta. En ella, marcados, viajes, proyectos, amigas como faros, asombros, hogar, río, barrio. Un nacimiento, la muerte del poeta Juan Antonio Bermúdez, unas manos calientes. Entre mis placeres de este año cuento el de escribir para ustedes, cada semana, desde esta página. Un honor y un privilegio. Feliz 2023.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios