Historia Una carta a los Reyes Magos escrita hace 40 años y olvidada en un cajero de Málaga

La tribuna

Manuel Manonelles

Cambio climático y paz: los desafíos del deshielo

POCO a poco se confirma que el deshielo de los polos, tanto del Ártico como del Antártico, se está produciendo a un ritmo sensiblemente superior al inicialmente previsto. Las consecuencias sobre la paz de este fenómeno, que es una de las principales consecuencias del cambio climático, son enormes.

En primer lugar, el deshielo se produce también en los glaciares y zonas de alta montaña que hasta hoy eran consideradas de nieves perpetuas. Un caso paradigmático es el de la frontera alpina entre Suiza e Italia, donde recientemente, y durante las rutinarias tareas de revisión de dicha frontera, se ha detectado la desaparición física de varios tramos de la misma que, desde 1861, estaba fijada encima de placas de hielo o de nieve perenne. En este caso, la lógica de lustros de relaciones pacíficas se ha impuesto, y el tema va por la vía de la solución técnica mediante una comisión entre los dos países.

Es importante recalcar que las implicaciones que casos como estos pueden tener en otros contextos geográficos y políticos son realmente preocupantes. El potencial desestabilizador que podría tener una situación parecida en la frontera entre la India y Pakistán, sobre todo en la zona de Cachemira o concretamente en el glaciar de Siachen donde desde el 1984 han muerto ya más de 3.000 soldados de ambos países en operaciones militares, es enorme. Y lo mismo en lo que se refiere a la tensa frontera entre la India y China, o la más que problemática frontera entre Afganistán y Pakistán que, con el deshielo, será progresivamente aún más porosa, contribuyendo así a un incremento de desestabilización de los que ya son dos de los países más inestables del mundo.

Otro efecto de gran calado es la progresiva apertura, también por el deshielo, de los conocidos como pasos del Noroeste y del Noreste, es decir, la apertura de nuevas rutas marítimas por zonas hasta ahora impracticables que cambiarán radicalmente las dinámicas comerciales a escala global. Con el paso del Noreste, que ya ha sido utilizado por primera vez recientemente, la navegación por el norte de Rusia reducirá en más de 4.000 kilómetros la distancia entre los puertos de Japón, Corea y China con los puertos de Hamburgo, Rotterdam o Southampton. En el caso del paso del Noroeste, navegando por el Norte de Canadá, ocurrirá algo similar entre los puertos de la "fábrica del mundo" y los puertos de la costa este americana. La apertura de estas rutas cambiará totalmente las dinámicas del comercio intercontinental y puede convertir en irrelevantes zonas que hasta ahora eran consideradas clave desde el punto de vista geoestratégico, como los canales de Suez y de Panamá.

A esto se le suman las expectativas de enormes reservas de materias primas en el ártico (sólo en petróleo la agencia rusa TASS calcula unas reservas de más de 10.000 millones de toneladas), cada vez más accesibles por el deshielo, lo que está provocando una carrera por el control de la zona que ha incrementado la tensión entre los países -sobre todo Rusia, Noruega, Dinamarca, Reino Unido, Canadá y los Estados Unidos- e incluso ha disparado la carrera armamentística en la zona. Este es el caso de Canadá, que el año pasado aprobó una partida extraordinaria de 6.900 millones de dólares para reforzar su presencia militar en la zona ártica de su país; o el de Rusia, con la reanudación de los vuelos tácticos de bombarderos nucleares en las zonas polares, hecho que ya ha generado protestas de varios países.

Paralelamente, esto también explica en parte, la gran celeridad con la que la Unión Europea está promoviendo la adhesión de la Islandia en bancarrota para asegurarse una buena posición en las futuras negociaciones y reclamaciones territoriales en la zona, ante las futuras posibilidades de acceso al "festín ártico".

El deshielo de los polos es también el principal causante del incremento del nivel del mar que tiene otras consecuencias irreversibles de carácter territorial, social y económico, como la desaparición física -total o parcial- de varios estados insulares del Pacífico a unos años vista (Maldivas, Samoa, Kiribati, etc.). Obviamente esto conlleva todas unas implicaciones, incluyendo -aparte de los dramas personales, ambientales, culturales y nacionales que esto significa- las de tipo político y jurídico respecto de la viabilidad de futuros estados sin territorio. Pero, además, el incremento del nivel del mar amenaza gravemente a una parte de las principales infraestructuras a escala mundial como puertos, refinerías, aeropuertos, centrales nucleares, etc., que se encuentran, en muchos casos, muy cercanas o a nivel del mar.

A esto tenemos que sumarle que gran parte de la población mundial vive en zonas muy próximas al mar, empezando por las megápolis como Bombay, Londres, Nueva York, Shanghai, Tokio o Buenos Aires o siguiendo por zonas densamente pobladas, como el delta del Ganges en Bangladesh, donde la subida del nivel del mar ya está causando estragos por la progresiva contaminación del agua y otros efectos derivados. Estudios recientes apuntan hacia la posibilidad de unos 200 millones de nuevos refugiados por causas ambientales en los próximos años; refugiados que no harán sino incrementar la presión humanitaria y las tensiones en estas zonas, exacerbando los conflictos existentes o latentes.

El Foro Humanitario Global ha presentado este año un informe que demuestra de manera contundente que hoy en día se pueden cuantificar ya en 300.000 los muertos anuales por causa del cambio climático. Las perspectivas a medio y largo plazo son aún superiores. En este contexto, la urgencia de la lucha contra el cambio climático es fundamental también para un futuro en paz, por lo que es necesario que los esfuerzos de la comunidad internacional en este sentido surjan efecto lo más pronto posible.

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