Notas al margen
David Fernández
Del cinismo de Sánchez a la torpeza de Feijóo
LA retransmisión de las campanadas de la Nochevieja en Canal Sur, desde Almería, se convirtió en un esperpento después de que un fallo o una cadena de fallos interrumpieran dos veces la emisión en directo introduciendo dos cuñas publicitarias que, lógicamente, estaban previstas para minutos más tarde. Los presentadores quedaron en ridículo, miles de espectadores se sintieron defraudados y sorprendidos y el incidente fue reproducido y comentado en todas las demás cadenas de televisión, además de arrasar en las redes sociales como el fenómeno catódico más espectacular del final de año. La pifia provocó una reunión de urgencia de los directivos de la televisión pública andaluza, que se declararon consternados y abrieron una investigación urgente. De resultas de ella, el director general aceptó la dimisión presentada por el director de Emisiones y Continuidad de la RTVA, José Luis Pereñíguez, un profesional prestigioso y de dilatada trayectoria en la empresa, a la que llegó en el momento de su creación, y se avanzó la hipótesis de que se sucedieron fallos técnicos en cadena de tres empleados de la compañía. Creemos ajustado y correcto el cese del máximo responsable de antena de Canal Sur Televisión y solicitamos la delimitación de responsabilidades de los trabajadores que pudieran haber protagonizado directamente la descomunal metedura de pata. No estamos de acuerdo, por el contrario, en el torrente de descalificaciones que ha sufrido Canal Sur, que han ido mucho más allá del fallo puntual. No es de recibo que se haya pretendido hacer lecturas políticas del incidente o se quiera aprovechar para poner en cuestión la propia existencia de la cadena pública de televisión. Canal Sur ofrece varios motivos serios para un debate público sobre su papel en la sociedad andaluza, desde el contenido de sus programas, el coste que supone para una comunidad con graves carencias sociales y de infraestructuras o su funcionamiento como aparato de propaganda política de los gobernantes que la financian con el dinero de todos. Ese debate es justo y necesario y no debe pasar mucho tiempo sin que sea encarado con seriedad y rigor. Pero no ha de ser por un fallo técnico aislado, por más estrepitoso y lamentable que haya sido, por lo que los ciudadanos andaluces den la espalda a RTVA y a sus profesionales. Reconózcase la pifia, exíjanse las responsabilidades pertinentes y dense las explicaciones a las que tiene derecho la opinión pública, claro está, pero no se convierta el desatino puntual de una mala noche en ocasión para la condena generalizada y la mofa universal. La imagen de Andalucía no puede ser la de estas malhadadas uvas de la risa.
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