Por primera vez en dos décadas, me has condenao a un Carnaval maldito, con más coplas en el eco que en el teatro. Este año tu ejército de cobardes seremos ángeles caídos, expulsados de un concurso sin su Dios sentado a la derecha. Pintándote de negro el 19 del mes de la primavera y el maldito 17 de mayo. Hasta los americanos saben que por más canciones que nos remuevan o emocionen, nos quedaremos esperando la que no será escrita. Aunque las tuyas sean inmortales, y en el bucle del recuerdo suenen como nuevas, no llegará al golfo de Cádiz el mensaje embotellado del escriba más golfo de Cádiz. Las calles de febrero, con las noches más oscuras que recuerdo, se vaciarán de parias revolucionarios, se llenarán de nada indolente. Porque todo te lo habrás llevado a tu palco allá arriba, donde te imagino reclutando a la murga compañera, al son de Araka la Kana, abriendo la frontera entre el cielo y el infierno, cerrando la boca a los políticos de los dioses. Cambiándolo todo por una suerte de playa eterna de Babel, nombrando a la caballa su animal sagrado. Y esa sonora será la única banda, Capitán, porque la tuya, la nuestra, se quedó gritando silencios tras el veneno que cambió el disfraz por una banda de luto que recorre el pecho, el Carnaval y los libros de arte rebelde. Aún nos quedan comparsistas, pero de los que se dan de artistas; y tú fuiste el artista que se las daba de comparsista. Tú, alquimista de la copla, el biógrafo de las noches de bohemia, el narrador de las mañanas filosóficas. Alcahuete de versos y acordes, azote del tirano. Casado con la palabra, divorciado del miedo. Empadronado en tu apátrida patria de arena, excomulgado de cualquier corona. Nuestro rey ha yacido, y los príncipes destronados lloramos a pluma inmóvil. Navegue tu sereníssima góndola en el viaje a todas partes y a ninguna. Con su estrella brillando en el cielo y un mapa invisible que solo dibujará caminos, aunque ya sean repetidos, al cantar tus letras. La banda llora tu catastrófica pérdida sin tu magia, en tu pérdida, que es el gran cajonazo de vida. Sin ti lloran los ladrones, sin la arenga para sus rebeliones; y ríen los millonarios, desyugados de la tortura de tus pasodobles. Cuesta imaginar el carnaval sin ti, pero a no a ti sin el carnaval. Tan canalla, con tu guayabera veraniega, puro en mano y guitarra en espalda. Explicando al Che Guevara que su parecido con Camarón no solo era físico; contándoles que eran peregrinos de la revolución porque ambos vivían llegando a la verdad por direcciones prohibidas. Aquí abajo el duelo no acaba. En las cantinas han vuelto a entrar los paraguas y el llanto. El Levante, con sus mafiosos modos, ya no empuja los mismos atardeceres hacia La Caleta (ni al resto de playas no gaditanas desde las que jugábamos a inspirarnos en ti). Se fue tu gaditaníssima existencia. Y por más que nos quede tu credo, el carnaval no es tan carnaval si caminito del Falla tu corazón ya no palpita.

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