Cartillas de racionamiento 2.0

Es evidente que después de atacar a la carne y subyugar a los lácteos, ahora tocaba intervenir la cesta la compra

Durante la guerra civil española y parte de la dictadura posterior se implantó la cartilla de racionamiento sobre los productos básicos. El nivel de desabastecimiento y corrupción que trajo, con la aparición de un mercado paralelo conocido como estraperlo, fue tal que provocó hambrunas y enfermedades en grandes zonas de España. Tanto es así que el propio Alfonso Guerra, en sus mítines socialistas de campaña, mostraba una de estas cartillas como compromiso para que esto no volviera a suceder en España. Paradójicamente hoy es un gobierno de su partido el que trae de nuevo el fantasma de las limitaciones alimentarias, como si en este país se nos hubiesen olvidado las penurias del pasado.

Por mucho que traten de disfrazarnos de modernidad algunas expresiones políticas, topar los precios de las cosas es regresar al mundo sin libertad. Y en este caso impulsado por aquellas grandes superficies que lo único que plantean es sacar pingües beneficios con productos que no tienen mucha venta. Pensemos que, por ejemplo, los bastoncillos del oído no son un bien de consumo que se adquiera semanalmente en todas las familias, pero comprado en masa puede provocar el inmediato desabastecimiento del mismo.

Sin embargo, el gobierno sigue, erre que erre, reuniéndose con las grandes cadenas y dándoles una publicidad gratuita con la nunca soñaron, para llegar al final a una serie de productos tasados. Es evidente que después de atacar a la carne española y subyugar a los lácteos, ahora tocaba intervenir la cesta la compra y hundir al pequeño comercio. Hay políticos que nunca consideran a los ciudadanos como mayores de edad, ni les otorgan la capacidad suficiente para hacer sus propias listas de la compra y gestionar sus economías. Los ejemplos los tenemos cerca, basta con viajar a Venezuela, Cuba o Irán y ver sus supermercados vacíos, sus colas de espera, sus faltas de alternativas o su obligatoriedad de adquirir aquello que el estado considere necesario en cada momento. Pero en España la libre competencia y la diversidad son las bases para que cada uno adapte su compra diaria a sus posibilidades, ya sea yendo a la tienda, al supermercado o vía internet. Todas estas formas de disfrazar el control gubernamental con cartillas de racionamiento 2.0, en un mundo globalizado, son retrotraernos a lo peor de nuestro pasado y convertir a los ciudadanos en siervos de cada gobierno de turno.

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