La ciudad y los días
Carlos Colón
Madriguera, homenaje y recuerdo
La ciudad y los días
Dirigiendo, estupendo. Opinando, no tanto. Es David Fincher, de quien he alabado su última película, El asesino, como antes hice con Seven o Zodiac. Pero no acierta al decir, entusiasmado tras trabajar para Netflix: “Seamos sinceros. He trabajado para la mayoría de los grandes estudios. Cuando les dices: ‘Tengo que hacer estos efectos especiales en 4K’, su primera respuesta es: ‘Vaya, ¿por qué hacerlo tan caro?’. Se resisten al menor gasto. Netflix nunca ha puesto reparos…. Tiene, con diferencia, el mejor control de calidad de todo Hollywood”. Puede, él lo debe saber mejor que nadie, que con Netflix se trabaje hoy mejor que con los conglomerados de las grandes compañías. Pero no puede decir que haya trabajado para los grandes estudios –si utilizamos correctamente el término, refiriéndonos a las mayors que unían producción, distribución y exhibición– porque cuando debutó con Alien 3 en 1992 hacía casi tres décadas que no existían. Ya en 1957 el 50% de la producción era independiente y negociada con los estudios en crisis. La productora de Alien 3, por ejemplo, fue la independiente Brandywine Productions con 20th Century Fox como coproductora y distribuidora.
Y se equivoca al decir: “No salvaremos el cine como cultura restringiendo los sistemas de distribución doméstica. Para ello, el cine tendría que convertirse en un lugar de vanguardia, y no este lugar húmedo, maloliente y grasiento que sigue siendo, con muy pocas excepciones, escatimando todos los gastos necesarios. Me encantaban algunos cines, como el Grauman’s Chinese Theater o el Cinerama Dome de Los Ángeles, pero las condiciones técnicas eran deplorables. Debemos dejar atrás toda esta nostalgia para hacernos la pregunta correcta: ¿quién ofrece hoy una representación óptima?”. Los cines, señor Fincher, que en su mayoría no son húmedos, malolientes y grasientos, no tienen condiciones técnicas deplorables y sin lugar a dudas se aprecia y disfruta mejor una película en ellos que en los dispositivos domésticos. Precisamente Netflix acaba de comprar el histórico Grauman’s Egyptian Theater de Los Ángeles –inaugurado en 1922 con la proyección del Robin Hood de Fairbanks– para estrenar sus películas y proyectar cine histórico en colaboración con la American Cinematheque. No, apreciado Fincher. Una película en un servidor casero es un león enjaulado en un zoo y en un cine, un león en libertad que exhibe todo su poderío.
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