Que conste que el cuerpo me pide escribir sobre la Feria. Pero no quiero repetir. Además, después de la mordacidad reflexiva a diario de Pablo Bujalance, su mejor cronista, a ver quién es el guapo que sube ese listón. Eso sí, permítanme una pincelada personal: no es que la Feria del centro haya degenerado; ahora es una cuestión de enfoque. Antes se veían menos camisetas y más violencia (servidor evitaba transitar la lluvia de botellas y las manos de navaja rápida que proliferaban por calle Comedias), ahora sobran la hipersexualización y el magalufismo. Antes éramos los de Málaga los que la liábamos, ahora parece que los visitantes se están adueñando de las fechorías. Y, no lo olvidemos, nos vamos haciendo mayores, y las locuras de los jóvenes que vienen siempre nos parecerán más fuera de control y vergonzantes que las nuestras.

Solucionado este antojo, aterrizo en la polémica artificial que quería comentar, una de tantas que fabrican como nadie algunos medios de comunicación y nuestros inefables políticos. Tiene que ver con el Bella Ciao. Que si Podemos se lo ha apropiado, que si es la canción de la Casa de Papel y no el himno antifascista usado contra Mussolini. Y claro, ya sabemos que lo único que consiguen las polémicas artificiales es crear una indignación bubónica. Es como si yo ahora me indigno porque mis sobrinos dicen (que lo dicen) que La Historia Interminable es la cancioncilla esa que cantan en la última temporada de Stranger Things. O si alguien de insultante juventud oye el My way de Sinatra y suelta un "Ah, esa es la canción de Siempre Así". Bueno, oír esto sí que me indignaría, la comparativa inversa debería tener un castigo de un año sin Spotify. Por respeto a La Voz y porque no soporto a Siempre Así, para qué engañarnos.

Igual que un listo necesita un tonto para llevar a cabo sus planes, un polemista precisa de un indignado para propagar sus intereses, que suelen acabar en bola de nieve gracias a las réplicas de los indocumentados o los que, sencillamente, tienen la lengua más rápida que el cerebro.

Así que ya saben, cuando les pongan una polémica artificial por delante, léanse bien el prospecto para evitar las contraindignaciones.

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