Cumbres borrascosas

Estamos cabreados con los saharauis, enfrentados con los argelinos y ridiculizados por los marroquíes

Desde que tuviera lugar la cumbre de España y Marruecos los resultados no han dejado de ser frustrantes para los intereses de nuestro país. Pero claro, si se empieza la reunión con la bandera invertida, todo acaba saliendo al revés, y para más inri el número de conflictos internacionales que ha provocado dicho encuentro no para de crecer. Parece mentira que todo esto se haya hecho a cambio de pocos resultados y enormes y fatales consecuencias, ¿merece la pena seguir sosteniendo una postura sobre el Sahara que no comparte ni la derecha, ni la izquierda, ni nadie en su sano juicio?

El caso Pegasus parece no tener fondo. Tras el conflicto con los independentistas catalanes y las sospechas de espionaje por parte de Marruecos, la simple expulsión de una diligente funcionaria parece un precio demasiado ridículo para el follón que se está organizando. Ahora Argelia ha volado por los aires un complejo acuerdo de amistad, buena vecindad y cooperación alcanzado en 2002 por el gobierno de Aznar, tras el que se logró una colaboración en materia gasística que hoy se antoja estratégica. Nadie había pedido que tuviéramos que decidir entre contentar a los alauíes o a los argelinos, pero parece que cuando no existe un conflicto tenemos que inventárnoslo. Al medir las consecuencias se observa que finalmente estamos cabreados con los saharauis, enfrentados con los argelinos y ridiculizados por los marroquíes. Es evidente que nada ni nadie justifica este despropósito, por muy importante que el gobernante fuese o por muy trascendental que pudiera ser la información sustraída. Reconducirla no será fácil y los servicios secretos y diplomáticos tendrán un enorme trabajo que realizar para volver a acercar posturas y que alguien vuelva a tratar con respeto a nuestro país y a nuestro gobierno. Mientras tanto sería aconsejable dejar la soberbia a un lado y pensar algo más allá de los periodos electorales, sobre todo por el bien de los ciudadanos.

Por último, parece que la presión migratoria que se trasluce, como resultado del desencuentro con Argelia, irá en aumento. El trato inhumano con el que se utiliza a la migración para hacer claudicar a España no es nuevo, pero parece que es claramente efectivo. Y si ahora se combina esta presión tanto a la población ucraniana por la invasión rusa como a la norteafricana por los países del Magreb, no tendremos una borrasca, sino una tormenta perfecta.

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