Diario de una cuarentena (XIV)

Es evidente que la princesa del pueblo tampoco ha aprovechado el encierro para leer

Querido diario, me despido de ti después de 100 días mientras contemplo a tres veteranos jugadores de rugby que, corriendo en la playa, intentan desesperadamente desprenderse de las lorzas acumuladas. Una pareja de vigilantes a los que la nueva normalidad ha sacado de la anormalidad del paro les informan que pueden seguir trotando, pero que tienen que ponerse las zapatillas porque el virus también puede estar en la arena. Decenas de bañistas en la orilla quedan eximidas de tan amable recomendación.

Supongo que porque el miedo a que el virus se pegue a la suela de sus deportivas les impide pisar la playa para avisarles. Me alegro de que esta situación haya servido para que al menos ellos encuentren trabajo por unos meses. La crisis del 2007 se llevó por delante la idea de solidaridad. España se dividió entre quienes pensaban "que se jodan, que bastante han ganado todos estos años" y los que opinaban "que se aguanten, que a ellos no les pueden despedir". Sobre la crisis pasada no se harán películas como Los lunes al sol aunque miles se hayan achicharrado en un banco. Sobre las consecuencias del coronavirus, está por ver qué se rueda. La marca de los últimos meses ha sido la negación del agua y la sal al adversario político y el empeño en que dejemos de hablar civilizadamente. Si el Gobierno sacó a delante el primer estado de alarma sin ningún voto en contra, solo fue porque no había manera de explicar la oposición. O porque había más miedo que vergüenza. Repartido el mando y las responsabilidades, el sentido de los votos se convirtió en un juego de conductores suicidas empeñados en comprobar quien se apartaba antes.

Ahora, superado el debate por el paso del tiempo, le toca el turno a unos presupuestos que se comienzan a negociar bajo la premisa de conmigo o con nadie. Aunque todos sepan que, o es entre todos, o no salen las cuentas. Belén Esteban y Jorge Javier han montado una trifulca en televisión a razón de la gestión de la crisis sanitaria. Normal. Lo anormal es la respuesta del entrenador del Liverpool, que considera que su opinión no es importante. Es evidente que la princesa del pueblo tampoco ha aprovechado el encierro para leer. El estado de alarma ha finalizado y la nueva normalidad tornará a la de siempre como les ocurrirá a los campos de fútbol de la playa, a los que nadie quitará el precinto, el tiempo se los irá arrancando. De hecho, ya se están cayendo.

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