Tacho Rufino

Dolor y gloria

Gafas de cerca

09 de abril 2023 - 01:34

Hoy es Pascua de Resurrección, también llamado Domingo de Gloria. Sean las que sean nuestras creencias, son buenas expresiones para un fin de fiesta. Para los que no soportan los excesos que ya toda festividad o jolgorio conlleva -desde una semana procesional a un partido quincenal en un estadio cercano, pasando por un festival indie por distritos o un maratón masivo-, este punto y final de la Semana Santa convierte al descreído antipaso, oh paradoja, en un resucitado, porque hoy, tras ser traicionado, martirizado y crucificado, vuelve a la vida. Y valga el símil irreverente; no se me pongan rigurosos: si hubiera una décima parte de los nazarenos en el precepto dominical, no cabrían los fieles en los templos, y con mucho gusto y hasta esperanza me callaba yo, y la envainaría. Los desaboridos, los contrariosos y los congénitamente reluctantes a la bulla y la masa anhelan rutina; casi desean volver al trabajo y todo. Se mueren por resucitar.

En otro planeta y otra comunión de intereses, a no pocos conciudadanos el final de estos días de la pasión que va por barrios los sume en una suerte de melancolía, aunque el deber cumplido y la renovación de la tradición con sus pequeños los deja en el fondo satisfechos. Para colmo, las íntimas rogativas antilluvia no sólo han recibido misericordia del cielo y jornadas de un tiempo glorioso y primaveral, sino que nos han regalado todo un desfile de modas de lo más popular; transversalísimo y desigual por la variedad en el gusto en el atuendo. Y por la compostura y el respeto... o la ineducación y la grosería en la actitud. Ya lo dijo el torero, y ahora da comienzo la temporada de toros: "Hay gente para todo".

Otro planeta de ocasión nos ha orbitado hasta en la sopa en estas fechas: el turismo, esa especie invasora de lo más democrática que, según sus apóstoles, es el maná de nuestra estructura económica y la clave del PIB. Dejaremos para otro momento la actitud pepitogrillo sobre el imperio del Airbnb y la chancla a diez grados... aunque argumentos los hay a manojos, pero el espacio que le queda a esta pieza es tan pequeño como el que ocupan, de manera decreciente, los lugareños en unos biotopos naturales que ya no son suyos, a mayor gloria del forastero de criterio gregario o, peor, del que sí tiene buen criterio y pesquis: ese que identifica los reductos benditos del nativo, de la mano de Tripadvisor. El otro día, al llegar a una abacería de culto, allí no había más que fotógrafos de móvil en bermudas y en edad de liarla. (¿Adónde irán esos millones de fotos?).

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