EL terrorista al que se consideraba jefe militar de ETA, Ibon Gogeaskoetxea, fue detenido el domingo en Cahan, en Francia, cuando despedía a uno de sus pistoleros más peligrosos, Beinat Aginagalde, acusado de matar al concejal socialista Isaías Carrasco y al empresario Ignacio Uría. La sospecha del Ministerio de Interior es que el jefe y su pistolero se habían visto por última vez antes de que el segundo intentara entrar en España con un comando para matar o, posiblemente, para secuestrar a alguna destacada personalidad. El hallazgo de unas esposas en la casa rural de Normandía que habían alquilado durante unos días le da fuerza a la posibilidad del secuestro. Es posible, como sabe Interior, que ETA ya haya repuesto a su jefe: que sería, ahora, Eneko Gogeaskoetxea o Mikel Carrera. La banda se ha comportado siempre como una hidra que va reponiendo las cabezas que le cortan, pero lo cierto es que, cada día que pasa, tiene menor capacidad de movimiento y, por tanto, de actuación. La labor de investigación de la Guardia Civil, la colaboración de las Fuerzas de Seguridad francesas y, en este caso, la actuación del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) en el control de las comunicaciones de los etarras han sido claves para detener a esta parte de la dirección de ETA. Pero lo que viene a quedar claro es que la banda está intentando matar: Aginagalde venía para España; en la base que se desmontó en Portugal, había datos y material suficientes para atentar contra el cuartel de la Benemérita de Zahara de los Atunes, en Cádiz, y otras detenciones han demostrado el intento de construir una célula en Cataluña. A la vez que algunos miembros de la denominada izquierda abertzale intentan metamorfosearse en un partido de apariencia legal para llegar a las próximas elecciones municipales, quienes mandan en ese mundo desean hacer sonar el sonido de su bastón de mando, que no es otro que el de las pistolas. Desgraciadamente, y a pesar de los importantes golpes que Interior ha conseguido dar a ETA en los dos últimos años, la banda conseguirá matar tarde o temprano. La hidra se consume, pero basta uno de sus latigazos, para asesinar. Los cantos de sirena de la izquierda abertzale son sólo eso: argucias para el engaño. Porque sus jefes ni siquiera se lo están planteando.

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