El tiempo transcurre con la cadencia monocorde que le caracteriza: impávido, ajeno a los seres y a las cosas por los que transita. Las hojas del almanaque se quedan antiguas, inservibles, caducas. Las promesas se cumplen o se pierden en alguna esquina, que solo deja un arañazo en la memoria de los sueños rotos e inalcanzables, o bien en la consecución de objetivos que se desearon.

Mientras realizamos la vereda que nos es dada o escogemos, la organización en la que estamos asentados, de acuerdo con nuestro ordenamiento jurídico, necesita de gobiernos que hagan posible la convivencia con un mínimo de respeto hacia la otredad y a lo establecido en las leyes, que permita una convivencia en paz y en libertad, y que garantice además el cumplimiento de las obligaciones que la ciudanía, las empresas, los bancos, las industrias y las instituciones públicas o privadas asentadas en nuestro territorio, tienen o deben tener para con el Estado. Y Estado son los ayuntamientos, las diputaciones provinciales, los cabildos insulares y las comunidades autónomas. Mal que les pese a los partidos políticos de ultraderecha, que, aunque participan en algunas de esas divisiones administrativas, no aceptan lo establecido en la Carta Magna. Algo paradójico, pero, allá ellos con sus monsergas. De ahí la necesidad de la política. Es imposible vivir, tener una mínima convivencia ordenada conforme a derecho, sin la existencia de las garantías que la Constitución contempla.

En algo más de dos meses, en nuestro país, en buena parte del territorio que nos conforma, hay elecciones para formar gobiernos en todos los ayuntamientos y diputaciones provinciales, en un buen número de comunidades autónomas, además de en las ciudades autónomas de Ceuta y de Melilla. Los partidos políticos de cada ámbito territorial han conformado sus listas electorales y los programas para cada espacio, con el objeto de convencer al electorado de las bondades que supone arrimar el voto a sus propuestas.

Hasta aquí todo normal. Pragmático si lo desean. Necesario en un Estado de derecho. El problema se plantea a mi entender, en la verborrea incendiaria y hasta cainita a veces, que nos queda por escuchar en los días venideros hasta que llegue el 28 de mayo. Esa sarta de exabruptos que habremos de oír, sobre este partido u el otro, sobre este candidato o el de más allá, en los "pues tú más", en las argucias, en los insultos y demás enredos. En fin, que le sea leve.

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