Al final del túnel
José Luis Raya
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Alto y claro
E N una de esas prohibiciones absurdas que se mantienen en el tiempo sin que nadie acierte a explicar muy bien por qué, desde el pasado lunes está prohibido publicar encuestas electorales, aunque ahora, muy próxima ya la cita con las urnas, es cuando de verdad iba a resultar interesante. Precisamente por este interés, los sondeos de opinión se siguen haciendo, aunque estén vedados a los medios de comunicación. Los manejan los partidos políticos y algunas empresas e instituciones importantes y son fundamentales para saber a quién hay que dirigir los mensajes de final de campaña y qué hay que decir para rebañar todos los votantes posibles. Espero no arriesgarme a comparecer ante un juez si dejo aquí escrito que las que se están haciendo ahora en Andalucía dan una mayoría al PP que se aproxima a la absoluta. Es decir, a los 55 diputados que permitirían a Juanma Moreno gobernar en solitario y desarrollar sus políticas con un Parlamento dócil.
En el PP hay estos días una euforia a duras penas contenida. Saben que el exceso de confianza es el principal factor de riesgo al que se enfrentan. Esa seguridad en la victoria puede hacer que muchos votantes del PP se queden en la playa en un domingo que ya es de puro verano y que en ciudades de la importancia de Granada y Sevilla están al final de un largo puente festivo. En el PSOE la sensación es justamente la contraria, el pesimismo aflora y Juan Espadas se las ve y se las desea para insuflar algo de ilusión en los desangelados actos que protagoniza. Espadas sabe que lo tiene todo en contra y que Pedro Sánchez y su Gobierno no son precisamente un escudo protector. Tampoco en Vox hay caras alegres. Aunque la derecha montaraz va a subir bastante, si no se hacen imprescindibles para formar gobierno, el órdago de traer como candidata cunera a Macarena Olona habrá salido mal. Se desvanecerá por tanto una apuesta que estaba hecha pensando más en las generales de dentro de un año que en las elecciones andaluzas. Y en Ciudadanos saben que son unos zombis, pero tienen la esperanza de eludir la tumba si la suerte, porque de suerte se trata, les da los dos o tres escaños, que -sueñan- serían la clave para dar estabilidad al Gobierno.
Así están las cosas al final de la campaña mientras se siguen haciendo encuestas a porrillo. Aunque usted no las vea porque alguien decidió hace muchos años que había que tratarlo como un niño al que hay que proteger de las malas influencias.
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