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PEDRO Sánchez parece dispuesto a no conceder a Mariano Rajoy ni las semanas de cortesía en las que el socialista, una vez oído al candidato del PP, debería decidir si apoya o no apoya su investidura. El secretario general de los socialistas se ha saltado este tipo de formalidades, tan esenciales en el desarrollo de los mecanismos constitucionales, para proponer un Gobierno de coalición progresista. Y lo ha hecho desde Portugal, donde gobierna un Ejecutivo de izquierdas que reunió una mayoría superior a la de los conservadores que ganaron las elecciones. El ejemplo no es válido, porque ninguno de los socios del socialista Antonio Costas, ni los comunistas ni los ecosocialistas, ponen en duda la integridad de Portugal. Los diputados de izquierdas en el Congreso de los Diputados (PSOE, Podemos e IU) no suman una mayoría suficiente, de tal modo que necesitarían el apoyo del PNV y la abstención de Esquerra o de Democràcia i Llibertat, el partido de Artur Mas. Sánchez está aproximándose a la hoguera si trata de comprometer al PSOE con quienes quieren separar a Cataluña de España, cualquier concesión a los independentistas pondría en riesgo la unidad que hasta ahora ha existido en el país frente al desafío soberanista. Otra opción, que parece ser a la que apunta Sánchez pero sin ser claro, es que intentaría que su investidura saliese adelante con el apoyo de Podemos y Ciudadanos. El socialista apelaría a la necesidad de un cambio de Gobierno y de líderes para atraerse a las dos nuevas formaciones. Sin embargo, Podemos ha emprendido un camino confederalista, fruto de lo que, realmente, es: una marca que agrupa a neonacionalistas catalanes y valencianos. Pablo Iglesias ha colocado su agenda social en un segundo plano para hacer del referéndum de indepedencia su objetivo principal, básico, porque es lo que le ha pedido Ada Colau, que controla a 20 diputados de los 69 de Podemos. La marca catalana pidió ayer una reunión a la CUPpara ir juntos en unas posibles elecciones autonómicas. Éste es el gran problema de esta formación de izquierda, que con tal de sumar escaños en algunas comunidades, ha entregado una idea de España a formaciones más radicales. Podemos es en sí mismo un partido confederal, y por eso busca formar cuatro grupos parlamentarios distintos. La tradición socialista nunca ha estado ahí. Pero es que, además, con este tipo de planteamientos, Sánchez nunca contaría con el apoyo de Ciudadanos, una formación que nació contra la extensión de la idea nacionalista en otras formaciones, no sólo en las que formalmente se llamen así. Lo de Sánchez es o puro tacticismo o es una ilusión ideológica.

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