Cuchillo sin filo

Francisco Correal

fcorreal@diariodesevilla.es

Exaltación de la vulgaridad

De donde vienen las fracturas, allí van las facturas, a las mismas burguesías que benefició el franquismo

Es un terreno pantanoso éste de la memoria democrática, hija putativa de la memoria histórica, y las sanciones que en algunos territorios empiezan a aplicarse por exaltación del franquismo. Con el estrabismo ideológico, uno tiene la sensación de que somos contemporáneos de Atapuerca y el Guggenheim es de la prehistoria. Qué severos con el anteayer, qué blandos con el ayer recientísimo. Ya no es ayer, mañana no ha llegado, escribió Quevedo. En realidad, esta penalización del pasado es una operación con mucho futuro, una inversión biliar para perpetuarse en el poder. Pongamos algunos ejemplos, la verbigracia de nuestros denostados manuales escolares. ¿Estaré haciendo apología de algo, por Apolo?

No tiene mucho sentido que en el País Vasco se castigue, se sancione la exaltación del franquismo (creo que el Cara al Sol se compuso a varias manos en un bar de Bilbao) y se mire para otro lado y se consientan los homenajes a etarras que cometieron asesinatos, como si fueran medallistas olímpicos, no siendo sino plusmarquistas de la guadaña. Se entiende porque detrás está Bildu, socio preferente del actual Gobierno de coalición.

¿No es exaltación del nacionalismo excluyente que el PSOE se abstenga en la votación del Parlamento catalán para avalar las fianzas a quienes practicaron todo tipo de corruptelas con las irregularidades del proceso secesionista? Allí también hay otra minoría mayoritaria de la que depende la supervivencia política del Gobierno y de su presidente. La nueva versión de Yo, el Supremo con todos los alicientes de engreimiento y egolatría disfrazados de voluntad política y magnanimidad. Medalla de oro.

No deja de ser exaltación del franquismo que el presidente del Gobierno establezca vías privilegiadas de relación con vascos y catalanes. De donde vienen las fracturas, van las facturas. El mismo trato de favor que dio el Caudillo a las burguesías emergentes de esos territorios para cimentar ese acrobático salto del ostracismo al desarrollismo. En eso no hemos cambiado. A Pérez-Reverte le pueden aplicar la nueva ley por incluir una cita de Rafael García Serrano en su última novela. La ventaja es que en la España de hoy nadie sabe quién era Rafael García Serrano. No hay leyes ni sanciones contra la exaltación de la ignorancia, de la vulgaridad, de la indiferencia ante la violencia. Hay una desmemoria memocrática que sacraliza el gobierno de los memos. Una nueva plutocracia que ha organizado unas guerras púnicas contra un ejército de espectros que ya sólo existen en sus delirios de nuevos salvapatrias.

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