José Antonio Montilla

Extrema derecha europea

Res Publica

Se trata garantizar los principios y valores sobre los que se ha construido una Europa abierta y plural

01 de febrero 2022 - 01:36

No se le ha dado la importancia que merece a la reunión de los líderes de la extrema derecha europea en Madrid el pasado fin de semana. Abascal ha sido el anfitrión para un conjunto de líderes que están adquiriendo un importante poder en Europa. Ahí estaban los jefes de gobierno de Hungría y Polonia, junto a sus correligionarios de los restantes países europeos, que aspiran a gobernar o a influir en los gobiernos de media Europa. Eso es lo problemático. No estamos ante una experiencia aislada en un país sino ante un movimiento político, cada vez más organizado, que pretende revisar los avances producidos en Europa a partir de la segunda guerra mundial. Eso que, despectivamente, llaman en España el 'consenso progre'.

Ese consenso progre' es el pacto que alcanzaron, tras la segunda guerra mundial, democristianos y socialdemócratas para que no se volviera a repetir la experiencia del periodo de entreguerras, cuando fascismo y bolchevismo destruyeron la democracia parlamentaria. El pacto se asentaba sobre dos pilares: una Europa unida, en la que queden diluidas las fronteras, y la protección de las minorías, con el respeto a cualesquiera grupos sociales en una sociedad pluralista. Luego, se han adicionado otros elementos como la lucha contra el cambio climático o la igualdad real y efectiva de las mujeres, que no son un grupo social sino la mitad de la población.

Europa se defiende, lógicamente, frente a quienes quieren destruir lo que trabajosamente se ha ido construyendo. Por ello, actúa y modifica su normativa para sancionar a aquellos países que no respetan la primacía del Derecho europeo, que atacan la independencia judicial o que persiguen a las personas por su orientación sexual o sus creencias. Ese es el programa que han traído a Madrid este fin de semana los líderes de Hungría y Polonia, y que comparten con Abascal, Le Pen y los demás. Por ello, en cuanto pretenden destruir el pacto de la posguerra europea se les puede llamar neofascistas, aunque un siglo después nada sea igual.

En este contexto, es lógico que en la mayoría de países europeos todos los partidos se nieguen a llegar a acuerdos con la extrema derecha. No se trata de valorar la cercanía ideológica sino de garantizar los principios y valores sobre los que se ha construido la Europa abierta y plural en la que vivimos. Y, por ello, resulta sorprendente que la derecha española, que evolucionó desde una dictadura de orígenes fascistas a posiciones nítidamente democráticas, acepte ahora, con normalidad, los acuerdos políticos con la extrema derecha.

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